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Cristina Losada

Debajo de las piedras

El hachazo que iba a suponer para la economía gallega el desastre, tal como titulaban dos años atrás los periódicos, no ha caído, aunque si ZP le da la tajada presupuestaria a otras autonomías más afines a su política, se incumplirá el Plan Galicia

Este año, la intoxicación no ha estado a cargo de Urdaci, sino de un nuevo grupo de corbatas de quita y pon y escarpada peluquería. Esta vez, han tenido que buscar debajo de las piedras para encontrar el chapapote. Quien esto escribe, no hubiera necesitado ir tan lejos para toparlo. Conozco rocas chapapoteadas desde los tiempos de mi infancia, y pese a todas las mareas vivas que han pasado por ellas, allí siguen las manchas. Prehistóricas.
 
La historia de Galicia, mientras siga gobernando en ella el PP, comenzará con el Prestige y su aniversario será celebrado. Fue el momento cumbre, aquel en que la oposición creía estar encabezando la rebelión de un pueblo, no contra la marea negra, como pensarían al principio los de buena fe, sino contra los gobiernos de Galicia y España, que eran, según decían, los culpables de la catástrofe. La rebelión no fructificó en votos, pero nunca es tarde si las urnas están cerca, tal que el próximo otoño.
 
Si, además de ver la tele, no hubiera leído las palabras de los "intelectuales" que dirigen ese éxito de marketing –hay que reconocérselo– que ha sido Nunca máis, no creería necesario precisar lo siguiente: al Prestige no lo hundió Aznar desde los Madriles y ni siquiera, queridos niños, lo hundió Fraga desde aquella cacería. Tampoco Álvarez Cascos, tercer monstruo del elenco, lo hundió desde el hotel. Cierto que lo mandó al quinto pino, pero es que el primer pino, aquel al que querían mandar al petrolero los que contrató la armadora para el salvamento, era el puerto de Vigo. Aunque a posteriori, que es cuando aparecen los sabios, se dijo que el regalito debía haberse enviado a Corcubión.
 
No ha cambiado el gobierno gallego, que es la pieza codiciada, pero sí algunas otras cosas. Se ha hecho una limpieza que, según expertos a los que los catastrofistas no dan credibilidad, ha sido mejor y más rápida que la realizada tras otras mareas negras similares. El hachazo que iba a suponer para la economía gallega el desastre, tal como titulaban dos años atrás los periódicos, no ha caído, aunque si ZP le da la tajada presupuestaria a otras autonomías más afines a su política, se incumplirá el Plan Galicia de mier. Y la requetenombrada bomba de relojería que era el pecio hundido, se ha desactivado.
 
Van amarilleando los recortes de prensa que guardo de aquellos meses en los que se hizo lo posible por convertir una catástrofe en trampolín de un vuelco político. Qué poca información y cuánta literatura sentimentaloide. Hay quien dice ahora que la movilización fue una forma de terapia, y en efecto, el linchamiento es una antigua vía de escape para la indignación. Se auguraban decenios de esterilidad y envenenamiento. Eran tiempos en los que Greenpeace era recibida con honores cuando llegaba pájaro enlutado en mano. Ahora, los nacionalistas la tachan de mafia a sueldo de Canadá porque se dedica a perseguir a los pesqueros gallegos por aquellas aguas. También acusan al PSOE de utilizar la plataforma para "sacar réditos electorales". Cosas veredes.
 
Lo que no he visto es que hayan puesto el dedo en la llaga. Ni remolcadores ni buques anticontaminación, que son las grandes reclamaciones pendientes deNunca máisy socios, aseguran el éxito de la lucha contra una marea negra. No lo hubieran conseguido en las circunstancias del accidente del Prestige. La única garantía es que se impida navegar a las chatarras flotantes y la UE no ha estado por la labor. De esto no dicen nada. Prefieren dedicarse a la búsqueda de la piedra chapapoteada y del percebe tóxico, ése que ha sufrido una extraña mutación. Tal vez le haya salido bigote.

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