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No es la ruta

Zapatero y Bono, cada cual por sus razones, se equivocan –y mucho– si piensan que disponen de atajos para llegar a George W. Bush. Ni su padre, ni su madre, ni los reyes, van a conseguir que cambie su imagen de Zapatero

El Gobierno, en contra del empeño de su ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, atascado en el mensaje de que las relaciones España-EEUU van bien, parece desesperado por hacerse oír y ver en Washington. Sólo así se entiende la apresurada montería de Bono con el único propósito de charlar con Bush padre y hacerse valer como un interlocutor válido ante los americanos. Ya lo intentó en su día con Rumsfeld sin ningún resultado.
 
Otro pilar de esta ofensiva, según palabras de un portavoz de Moncloa, incluiría la entrevista entre George W. Bush y el monarca español. Es obvio que el gobierno quería no sólo instrumentar a D. Juan Carlos, sino meterle un gol a la Casa Blanca, ya que con el Rey de España siempre viaja un ministro, el famoso "ministro de día". Bush se vería así forzado a recibir también al representante de Zapatero. El cálculo ha fallado porque los americanos y Bush, por mucho que se emperre el gobierno español, no son tontos y se han olido la jugada. Resultado: que George W. Bush almorzará con los Reyes de España en su rancho de Texas, en un almuerzo familiar más que privado, bajo la presidencia de su propio padre, Bush senior. De representante del gobierno de Zapatero ni por asomo. O sea, que Bush muestra respeto y aprecio por la Monarquía española, pero no por su actual gobierno. No hay de qué extrañarse.
 
Moratinos, que se pavonea de su relación con los Estados Unidos, al menos públicamente, dice que Aznar sólo consiguió de Bush una foto, la de las Azores, pero que él va a conseguir auténticos resultados. De momento sólo ha conseguido dos: primero, un cierto ridículo por movilizar a cuantos amigos e intermediarios conozca (desde supuestamente Cisneros a Hernández Mancha) a ver si a través de ellos se suavizan las relaciones, aproximación que deja más en ridículo todavía a Zapatero y sus ministros, incapaces de un contacto directo con el presidente americano. Es curioso asistir a tal estrategia indirecta de quienes denunciaron la utilización de un lobby para la defensa de los intereses de España en Norteamérica.
 
Y, segundo, un ridículo total, porque sus resultados, que los hay, se deben imputar en los números rojos más que en activos. Porque si no, ¿cómo explicaría el señor ministro que España haya sido excluida de los almuerzos informales que la consejera de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, mantiene con sus homólogos de las principales cancillerías europeas? Según cuentan, la doctora Rice ya le comunicó al embajador Casajuana, hace meses, en una cena en Berlín, la última cena para el español dicho sea de paso, que no tenían nada más que de hablar. Y los americanos, contrario a los usos del actual gobierno español, son hombres y mujeres de palabra.
 
Zapatero y Bono, cada cual por sus razones, se equivocan –y mucho– si piensan que disponen de atajos para llegar a George W. Bush. Ni su padre, ni su madre, ni los Reyes, van a conseguir que cambie su imagen de Zapatero. Y es probable que ni un cambio profundo del propio Zapatero pudiera ya alterar la opinión que Bush tiene de él. Eso sí, un giro radical de la política del gobierno socialista podría acabar con el bochorno nacional al que nos ha abocado su irresponsabilidad.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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