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Juan Carlos Girauta

Disidentes en cursiva

Cuando ciertas cosas no se quieren ver, no se verán por mucho que insistamos. No merece la pena gastarse y aburrir con la repetición de lo sabido

Disidentes. Lo pone en cursiva, en El Mundo, la escritora que no adjetivaré. Disidentes que no lo son, por tanto. Y por si hubiera dudas, les aumenta la pena a los penados, les agranda el escarnio a los escarnecidos a base de negar a bocajarro, a base de negar impunemente, que los cubanos encarcelados, torturados, desnutridos y médicamente desatendidos de la última remesa de Fidel Castro hayan dado con sus huesos en la cárcel por pensar distinto. Aceptando el discurso de la tiranía, vierte: "Es una grave mentira afirmar que los 75 disidentes cubanos, condenados por atentar contra la independencia del Estado cubano y por colaborar con la ley Helms Burton, fueron a prisión por 'pensar distinto', como se afirma desde la derecha." Claro, eran espías, trabajaban para potencias extranjeras. Fidel, Fidel, el lobito bueno al que maltrataban todos los corderos.
 
Cuando ciertas cosas no se quieren ver, no se verán por mucho que insistamos. No merece la pena gastarse y aburrir con la repetición de lo sabido. Ni la ilegitimidad del régimen, ni los testimonios, ni los precedentes, ni la falta de pruebas, ni el proceso sin garantías: nada ni nadie moverá ni conmoverá jamás a quien ha decidido convertirse en una especie de agente de la Comintern cuando la Comintern, ay, ya no existe. Interesante destino, preferir el mal para encajar en su modelo de intelectual.
 
El único problema aquí lo tiene ella, y lo tiene con la realidad. Contempla su conflicto imposible como una lucha desigual. Mientras la izquierda oye "en silencio" las mentiras que la derecha inventa contra Cuba, se ha quedado la pobre en franca minoría. Quien debería darle la razón (la izquierda cultural, según su simpática expresión) no apoya su campaña. La izquierda "olvidó que los derechos humanos (...) fueron y son fruto de una legitimidad revolucionaria". La escritora sin adjetivos extrae su razón y su oxígeno de Silvio Rodríguez, de Sabina y del Brecht más mentiroso, el Brecht de "la verdad". Dejando de lado al farsante plagiario de las gafas con montura de acero, lo de los cantautores es curioso. Los cantautores la impresionan mucho. ¿Se esconderá una vulnerable adolescente bajo esa totalitaria máquina de mentir en forma de escritora?
 
El gran creador, eficaz propagandista y diputado comunista Silvio Rodríguez lo ha dejado dicho y cantado: "Yo me muero como viví". Acertó como siempre: nada describe mejor que esas cinco palabras la tragedia de la izquierda, de los que íntimamente dan la razón a Pío Moa pero denuncian vehemente y genéricamente sus "mentiras". La tragedia de los escribientes estabulados que sienten vértigo al asomarse a los límites del imperio empresarial que los mantiene ahí. La tragedia absurda de la castrista que combina la alergia a la verdad con el descubrimiento prodigioso de que en El País y en la "izquierda cultural" las cosas no siempre son tan justas como ella querría. Tan justas como en Cuba. Son entrañables.

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