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Guillermo Dupuy

Los votantes de Rajoy ante las afrentas a Aznar

Las mocedades del Cid: Don Diego: «Mis hijos quiero llamar; /que aunque es desdicha tomar / venganza con mano agena, /el no tomalla condena / con más veras al honrado»].
 
 
Mandó llamar a sus hijos/ y sin decirles palabra/
les fue apretando uno a uno/ las hidalgas tiernas palmas;/
 no para mirar en ellas/ las quirománticas rayas,/
 que este hechicero abuso/ no era nacido en España./
Mas prestando al honor fuerzas,/ al pesar del tiempo canas,/
 a la fría sangre, y venas,/ nervios, y a arterias heladas;/
 les apretó de manera/ que dijeron: Señor basta, /
¿qué intentas o qué pretendes?/ suéltanos ya que nos matas./
Mas cuando llegó a Rodrigo,/ casi muerta la esperanza/
del fruto que pretendía,/ que donde no piensan se haya;/
encarnizados los ojos,/ cual furioso tigre Hircana,/
con mucha furia, y denuedo/ le dice estas palabras:/
Soltadlas padre en mal hora,/ soltadlas en hora mala,/
 que a no ser padre, no hiciera/ satisfacción de palabras,/
 antes con la mano misma/ os sacara las entrañas,/
 haciendo lugar el dedo/ en vez de puñal o daga./
 Llorando de gozo el viejo, /dijo: Hijo de mi alma, /
 tu enojo me desenoja,/ y tu indignación me agrada./
 Estos brazos, mi Rodrigo,/ muéstralos en la demanda/
de mi honor, que está perdido,/ si en ti no se cobra, y gana./
 Contóle su agravio y dióle/ su bendición, y la espada,
con que dio al Conde la muerte, y principio a sus hazañas.
 
 
Señor Rajoy, note que somos muchos millones de españoles los que le apretamos las palmas de sus manos...
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