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Francisco Cabrillo

El hijo secreto de Karl Marx

Sabemos también que los herederos intelectuales de Marx echaron tierra sobre este asunto y destruyeron cuantos documentos encontraron relacionados con él

No fueron especialmente felices los primeros años del exilio londinense de Karl Marx. En agosto de 1849 nuestro personaje había llegado a Inglaterra tras unos años de vida agitada en Alemania, Bélgica y Francia. Desde el principio de su estancia en Londres pasó por serios problemas económicos que sólo parcialmente solucionaban las frecuentes ayudas que recibía de su amigo Engels, hombre de buena fortuna familiar, que fue el sostén económico de Marx durante más de la mitad de la vida de éste. Los Marx, Karl y su esposa Jenny, tuvieron siempre muy poco de bohemios. Por el contrario, eran personas a las que les habría gustado vivir con el nivel de confort adecuado a un burgués de la época. Lo mismo podría decirse de los principios morales que compartían, por lo general, bastantes conservadores. Nunca fue cómoda, en efecto, su relación con la mujer de Engels, por la simple razón de que éste nunca se casó con ella. Y si sus circunstancias económicas hubieran sido diferentes es probable que sus relaciones con los Engels hubieran sido también distintas.
 
Esta vida familiar, a menudo tensa a causa de la falta de dinero, sufrió un serio sobresalto a principios de la década de 1860. Helene Demuth, la mujer que cuidaba la casa de los Marx, dio a luz un niño de padre desconocido. Hoy sabemos muy bien que el padre era Karl Marx, pero el hecho fue objeto de todo tipo de especulaciones durante largo tiempo. La figura de Helene como fiel sirviente doméstica de la familia es interesante, entre otras cosas porque refleja muchas de las contradicciones personales del pensador alemán. Helene Demuth había nacido en 1823, por lo que debía tener cerca de cuarenta años cuando nació su hijo. Sirvió a los Marx durante décadas; y estuvo tan ligada a ellos hasta el final de sus días que sus restos reposan en la tumba del cementerio londinense de Highgate, en la que están enterrados Karl y Jenny Marx, su hija Eleonora y su nieto Harry.
 
¿Cuál fue la relación de Marx con su hijo ilegítimo? Muy poco cordial, de acuerdo con los escasos testimonios de los que disponemos. En primer lugar nunca lo reconoció y aceptó con gusto que, para la mayoría de la gente, pasara por hijo de Engles. El nombre que se puso al niño, Frederick, fue en efecto, el del amigo de Marx. La mejor fuente de la que disponemos para conocer estos hechos es una carta de Luisa Freyberger-Kautsky (la primera esposa de Karl Kautsky) a August Bebel, fechada en diciembre de 1898. En ella se habla de que Marx no amó a su hijo, de que Engels le hizo un gran favor aceptando una presunta paternidad y evitándole así un serio conflicto familiar y de que nunca hizo nada por el niño, tal vez por miedo al escándalo que se habría producido si se hubiera sabido quién era el verdadero padre. Actitudes estas bastante poco revolucionarias, por cierto.
 
Desde el punto de vista humano este despego es especialmente llamativo, porque, durante mucho tiempo, Marx estuvo realmente obsesionado por tener un hijo varón; y las opiniones que manifestó en el momento del nacimiento de sus hijas no serían hoy consideradas políticamente muy correctas. Cuando nació su hija Francesca en 1851 informó de la siguiente manera a Engels: "Mi esposa ha dado a luz un bebé; desgraciadamente es una niña y no un chico". Y cuatro años más tarde escribía de nuevo a su amigo: "ayer por la mañana, entre las seis y las siete, mi esposa dio a luz a una criatura, desgraciadamente del sexo "per excellence" (sic). Mucho mejor habría sido que hubiera sido varón". Si a esto añadimos que el mismo año 1855 murió su único hijo varón Edgar, con sólo ocho años de edad, parece que Marx debería haber tratado un poco mejor al hijo de Helene, que, en palabras de Luisa Freyberger-Kautsky, se parecía mucho a su padre, con su mismo rostro hebreo y su pelo negro.
 
Sabemos también que los herederos intelectuales de Marx echaron tierra sobre este asunto y destruyeron cuantos documentos encontraron relacionados con él. ¿Fue por pensar que la conducta de Marx no era aceptable para la moral de la época? ¿Creían acaso, que la figura del luchador heroico que en Londres sentaba las bases del socialismo científico no encajaba bien con la de un burgués que engañaba a su mujer y le hacía un hijo a la criada? Visto desde nuestros días, con una moral mucho menos estrecha, la conducta de Marx sigue sin despertar muchas simpatías, no tanto por su infidelidad como por el despego hacia el hijo y el extraño papel que hizo desempeñar a Engels. Éste, poco antes de morir, llegó a tener un serio problema con la hija de Marx, quien, al conocer muy tardíamente los hechos, se negó al principio a reconocer la verdad de lo ocurrido. "Eleonor quiere hacer de su padre un ídolo", sentenció filosóficamente el anciano. Lo malo es que Eleonor no fue la única en intentarlo.

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