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Juan Carlos Girauta

La tiranía continúa

Porque Castro, además de un criminal, un pésimo gestor, un promotor de la violencia en América y África, un intoxicador planetario y un farsante descomunal, es un pesado

No acabo de entender por qué cuesta tanto conjugar la alegría por la excarcelación de algunos presos políticos con la condena eficaz al régimen totalitario que encierra, tortura y asesina disidentes. En Cuba no sólo es delito la opinión discrepante; lo es también tratar de abandonar la isla, que es el modo que tiene, quien no puede votar en una urna, de votar con los pies, o con los remos, a favor de la libertad individual y del derecho a vivir la propia vida.
 
Ahora suelta Fidel algunos presos. Felicitémonos para recordar, sin solución de continuidad, que es un imperativo de la dignidad derrocar al tirano y ayudar a quien lo intenta. Que huir de él es una forma de ejercitar la libertad, y que es una ignominia no acoger al que escapa de la policía del pensamiento, de la miseria bañada en el discurso de la muerte, de la trampa patriotera, del victimismo calculado y de la abrumadora pesadez. Porque Castro, además de un criminal, un pésimo gestor, un promotor de la violencia en América y África, un intoxicador planetario y un farsante descomunal, es un pesado.
 
Recientemente, el sujeto ejerció de meteorólogo jefe. Dio explicaciones ante las cámaras, con un puntero y un mapa, sobre la conducta de los huracanes, flanqueado por atónitos meteorólogos de verdad. Un repaso a los tiranos del siglo XX demuestra que el totalitarismo suele derivar en una grotesca exhibición de omnisciencia del líder, que deviene especialista en todo, en cine, en historia, en genética, en lingüística, en física, en filosofía. Este peligroso paranoico ha tenido épocas de chifladura en las que ha destrozado la agricultura y la ganadería de su país con técnicas inverosímiles.
 
La tiranía materializa e impone el delirio de un individuo a través de la violencia y del miedo, y se instala y estabiliza en la medida en que logra dos objetivos: primero, la plasmación administrativa de la pesadilla (en la tiranía sólo hay administración, no hay justicia ni ley), que incluye la complicidad de una clase privilegiada, el aparato, ironía feroz de las dictaduras marxistas que predican la desaparición de las clases; segundo, la supervivencia (bajo mínimos; sin mercado no hay prosperidad) de una población siempre en falso que subsistirá en la medida en que viole las normas, es decir, en la medida en que cree un pseudo mercado a espaldas de la ley.
 
La dependiente economía cubana habría colapsado sin el grifo soviético. Luego llegó el inversor turístico, cartel de proxenetas con corbata que encarnan mejor que nadie ese "capitalismo salvaje" que los castristas teóricamente odian. Ahora llegará la inversión china. Que el régimen se perpetúe depende en gran medida del grado de debilidad que muestre la comunidad internacional. España encabeza una iniciativa para salvar la cara al régimen. Nuestra satisfacción por la libertad de Raúl Rivero no significa que no veamos la estratagema.

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