Los dirigentes del PSOE, sus militantes y votantes tienen sobradas razones para estar crispados, tensos, rígidos, en fin, al borde de un ataque de nervios. Pues el cuerpo, aunque esté preparado por el entrenamiento, como es el caso del cuerpo socialista, acaba pagando las tensiones acumuladas durante meses y años. Movilizaciones contra el PP por cualquier motivo irracional terminan pasando factura. Agotan las acciones de Gobierno contra las libertades ciudadanas. La aprobación de leyes sin respetar los procedimientos democráticos tiene que ser agotador. Incluso el cuerpo más curtido termina rindiéndose, si le falta cabeza, cerebro, idea para dosificar las sobrecargas de los esfuerzos exagerados. Ganar unas elecciones con 193 muertos presentes, con la moral de los españoles por los suelos, con las sedes del PP atacadas, sus lideres criminalizados por los militantes socialistas tiene que ser, sin duda alguna, terrible para el cuerpo socialista.
No me extraña que quieran vivir relajados. No me extraña que cualquier día los Plenos parlamentarios los trasladen a una sauna o a un sanatorio de relax. No me extraña que sueñen hedonísticamente con retirarse a una isla caribeña cada vez que son preguntados por algún detalle insignificante. Bastó que llegara Aznar a la Comisión del 11-M dispuesto a contestar todas las preguntas para que le entrara el canguelo al corpachón socialista. Fue suficiente oír el discurso políticamente genuino de un Aznar relajado, tranquilo, orgulloso de haber representado con lealtad a su nación para que el corpachón socialista balbuceará a través de su entrenador: "Me crispa verle tan tranquilo". Les crispa, en efecto, que Aznar les diga con la tranquilidad del justo: "Investiguen quién es el responsable intelectual de la masacre". Investiguen porque los asesinos no están en desiertos lejanos. Están cerca. Muy cerca.