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Fernando R. Genovés

Izquierda y terrorismo

Las vacilaciones, matices y puntualizaciones asoman cuando se trata de afrontar otros terrorismos, motivo por el cual no tienen más remedio que ser “otros”.

El compromiso de los intelectuales de izquierda (valga la redundancia) en estos últimos tiempos está en una situación de lo más comprometida. Ciertamente, hay movimientos de rectificación o, como todavía les gusta decir a algunos, de “autocrítica”. Pero, la mayor parte de sus miembros sigue atado – rehén – tanto de rancios hábitos y tercas adhesiones como de prejuicios y porfías de difícil curación. Ahí quedan para la eternidad el antiamericanismo, el antisemitismo, el anticlericalismo. Y su crónica ambigüedad ante el Terrorismo.
 
Las situaciones especialmente dramáticas y de máxima tensión suelen poner a las personas y a las cosas en su sitio, o a tener que encontrarlo a toda prisa. Es en las situaciones límite donde nos jugamos nuestro ser y nuestro destino. No invoco circunstancias deseables. Tampoco sería juicioso pretenderlas con el fin de examinar y evaluar virtuales o previsibles resultados. Hablo de aquellos acontecimientos y sucesos extraordinarios que nos sobrevienen, provocando que cada uno se ponga en su lugar, y no en el del otro, como es común sostener desde una tópica y ordinaria óptica moral de debilidad de la voluntad y huida de la responsabilidad personal (la única que en rigor existe y cuenta). Todo esto concurre a propósito del fenómeno terrorista, pues esto buscan y pretenden a los agentes del terror: reventar construcciones, destripar vidas humanas, desarticular voluntades. Consecuencias: la gente se dispersa y huye despavorida, aterrorizada, y muchos de los que tendrían que actuar y pensar al respecto –digamos, los políticos y los intelectuales- se dividen y dispersan en una nube de opiniones.
 
Hay lugares comunes demasiado conocidos para acercarse a este caso, o, en realidad, para escapar de él: que si el tema es muy complejo y remite a muchas causas; que hay que afrontar el problema con serenidad –dicho esto, general y tranquilamente, por quienes no están amenazados ni en peligro real-; que es preciso buscar consensos, diálogos, alianza de civilizaciones; que si esto y si lo otro, y lo de más Alá. Llama poderosamente la atención en estos discursos sin método la justificación de los intelectuales de izquierda sobre el terrorismo, no tanto sobre el fenómeno en sí, sino sobre su interpretación y actitud ante el mismo. En estos últimos años el panorama es de lo más esclarecedor, amén de aterrador. Véase, principalmente, las reacciones ante los atentados del 11-S y los del 11-M en la comunidad ideal de pensamiento y comunicación que representan las cabezas pensantes políticamente correctas de nuestro país. Y repárese en un motivo recurrente de amplios efectos, a saber: que no todos los terrorismos son iguales ni vienen  a ser lo mismo.
 
Tal posición es, en efecto, llamativa, pero además resulta inaudita y pasmosa cuando proviene de personas que están “comprometidas” contra un determinado tipo de terrorismo, y sólo sobre tal tipo parece que tienen las cosas muy claras. Las vacilaciones, matices y puntualizaciones asoman cuando se trata de afrontar otros terrorismos, motivo por el cual no tienen más remedio que ser “otros”. Dejemos en la margen izquierda a la sección de intelectuales revolucionarios que justifican el terrorismo sin más y se quedan tan frescos: que ensalzan a Castro y Chávez, que añoran a Lenin y al Che, que siguen el rastro de Bloch, Adorno, Sartre y Schmitt, y bailan con los lobos sobre las tumbas de las víctimas, sea en Maniatan o en Madrid. Alejémonos del aire viciado que respiran, y aproximémonos a las vecinas arenas movedizas y suelos resbaladizos, allí donde se mueven, se balancean y chapotean pensadores que son, por ejemplo, radicalmente contrarios al terrorismo de ETA, que no tiene causa ni pase, pero que titubean a la hora de señalar y oponerse al “terrorismo internacional”.
 
Este síndrome puede percibirse como una auténtica particularidad diferencial en la comunidad intelectual vasca de izquierdas. Algunos de sus veteranos componentes han tenido el coraje de dar un paso al frente, hacia la libertad y la independencia de criterio, dejando atrás subordinaciones y esclavizantes lealtades, abrazos del oso y amigotes del alma, iniciando una nueva vida y cambiando en no pocos casos de lugar de trabajo y residencia. Para la izquierda cañón, he aquí a los renegados y traidores, peores que los fascistas de toda la vida... Para la izquierda recalcitrante, pero de rostro humano, representan más bien el espejo en donde no quieren mirarse por propia vergüenza. Y como son muy leídos y versados, tienen explicaciones para todos los gustos, aunque no nos engañan: “Como consecuencia de ello, muchos que se consideran infinitamente por encima de las aberraciones del nazismo y que odian sinceramente todas sus manifestaciones se afanan a su vez por ideales cuyo triunfo conduciría directamente a la tiranía aborrecida” (F. A. Hayek). Ciertamente, los caminos de la servidumbre y la obediencia son inmensos, mas no inescrutables. Simplemente ofrecen distintos síntomas de una misma anomalía.
 
Como consecuencia de ello, hoy cuando a muchos que se dicen antinacionalistas vascos les demandas un pronunciamiento sobre el nacionalismo e independentismo catalán, entonces titubean y confiesan no conocer in extenso y de cerca dicho asunto. O cuando les exhortas a que se critiquen sin contemplaciones el terrorismo palestino, chiíta o sunita, entonces sudan y silban, pues aquello les pilla descolocados; retroceden aduciendo que ellos no son expertos en “terrorismo en general”, sólo en terrorismo etarra. El terrorismo de ETA no tendría perdón, pero el de Al Qaeda sí tendría causas. Demasiadas reservas.
 
-         Pero, oiga, ¿en qué son diferentes?
-         El terrorismo etarra tiene un entramado civil –no cívico, ¿eh?- que lo justifica y escuda; actúa con un fin político y aspira a alterar instituciones, a inmiscuirse e influir en procesos electorales; asesina selectiva y no indiscriminadamente; y, en fin, representa un peligro real y cercano.
-         Pero, escúcheme, ¿el terrorismo islamista no tiene asimismo en nuestro país partidarios y grupos de apoyo?; ¿no ha dado pie a un brusco cambio de Gobierno en España y a un cambio radical en la política exterior española?; ¿qué pasa con la colaboración entre organizaciones terroristas que a menudo están a partir un piñón?; ¿qué hay de Hipercor?; ¿es que Avilés y Marruecos no están a tiro de piedra?
-         Ah, yo no entiendo mucho de eso. Pero, mañana tenemos manifestación en San Sebastián contra el Plan Ibarreche.
-         Pero, dígame, ¿cómo puede estar uno con la lucha antiterrorista en el País Vasco y no en Manhattan, Irak o Israel?
Ah, amigos míos, no hay amigos. Todo es muy complejo. Fundido en negro y fin del diálogo.           

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