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Alberto Míguez

La trampa francesa

Nadie se ha tomado la molestia de tranquilizar a los ciudadanos garantizándoles que en las pocas semanas que quedan para el referéndum constitucional europeo los enormes medios de Estado se movilizarán a partir de mañana sin favoritismos ni exclusiones

La euforia con que aquí y allí, en España y en Francia, fue acogido el resultado de las “primarias” socialistas sobre la futura Constitución europea sorprende y en cierta manera escandaliza, máxime si se analiza desde la hora española en la que un ejercicio semejante hubiera sido imposible. En primer lugar, porque cualquiera de los dos grandes partidos susceptibles de promover una experiencia semejante lo habían descartado a priori. El tópico de que aún hay Pirineos adquiere aquí un significado muy concreto.
 
La reacción tanto del Gobierno español como del principal partido de oposición a esta votación no deja de resultar paradójica. Se alaba y celebra el resultado pero se denosta el método mientras la inmensa mayoría de los ciudadanos, en absoluto interesados o conmovidos por los grandes proyectos informativos y explicativos anunciados a bombo y platillo, ignoran o se desentienden de la futura Constitución europea sobre la que deben pronunciarse —los que voten— el 20 de febrero próximo. Nadie ha explicado, por ejemplo, por qué este texto es ahora bueno para el PP cuando hace apenas unas semanas se le reprochaba a Zapatero haberlo avalado en las instancias europeas porque rebajaba los poderes de España conseguidos en el Tratado de Niza y ahora desaparecidos.
 
Lo sucedido en Francia es ejemplar en la medida en que un partido al que nadie ni nada obligaba ha sido capaz de promover en sus filas un proceso de análisis y reflexión sobre un asunto crucial para el futuro del país y de la Unión Europea.
 
Hubo, naturalmente, a lo largo del proceso previo a la votación enfrentamientos, chirridos, amenazas y descalificaciones. Hubo también, naturalmente, vencedores y vencidos. La vida democrática es así y cualquier alternativa puede ser, y de hecho es, peor. Fabius y los defensores del “no” pagarán, probablemente muy cara, su obstinación pero estas primarias pueden también haber servido para unificar los rangos del socialismo francés, rotos tras una serie de derrotas y frustraciones. No hay bien que por mal no venga, que diría el otro.
 
La presentación de la votación francesa roza en España la trampa. Nadie se ha tomado la molestia de tranquilizar a los ciudadanos garantizándoles que en las pocas semanas que quedan para el referéndum constitucional europeo los enormes medios de Estado se movilizarán a partir de mañana sin favoritismos ni exclusiones, y esto incluye a los partidarios del “no”, si es que hay alguno (si lo hay, nadie lo conoce y es invisible) e incluso a los partidarios del voto en blanco. La sospecha de que el Gobierno y la oposición conservadora preparan un juego de manos y urnas para salir del trámite sin coste político ni diplomático mayor se confirma cada día. Y estamos apenas empezando.

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