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Juan Carlos Girauta

Tranquilos, muchachos, se llama libertad

Prisa lucha contra la lógica de la sociedad abierta, y esa guerra no pueden ganarla

La última campaña de intoxicación con la que el conglomerado prisaico-socialista, o complejo militante-industrial, está reaccionando al empuje de la COPE suscita dos reflexiones centrales: primera, la izquierda española sigue manteniendo una mala relación con la verdad; segunda, un grupo empresarial privado está imponiendo sin recato sus directrices al gobierno de la Nación.
 
La consolidación de la COPE como segunda emisora del país responde a motivos internos, su línea coherente en torno a valores tradicionales y a posiciones liberal-conservadoras, y externos, la vuelta del PSOE al poder tras dos años de agitación callejera y de un golpe mediático que manipuló hasta la náusea la tragedia del 11-M. La nueva oferta de la COPE encuentra pues una demanda que ya no se contenta con una cierta afinidad ideológica, sino que espera poder oír, y oye, la formulación articulada de sus preocupaciones. Es natural que en un contexto mediático donde la derecha con voz se ha caracterizado por sus complejos, veinticuatro horas al día de información y opinión libres hayan galvanizado el descontento que izquierda y nacionalistas sembraron cuando optaron por la manipulación sentimental y por el acorralamiento del adversario.
 
El grupo empresarial cuya hegemonía, paradójicamente, Aznar consolidó, está reaccionando muy mal a esta manifestación lógica de una sociedad plural. En su momento zanjaron una situación parecida mediante la ilegalidad, aún no reparada, de comprar el medio de masas crítico para cerrarlo. El antenicidio funcionó sólo a medias, y sólo temporalmente. Prisa lucha contra la lógica de la sociedad abierta, y esa guerra no pueden ganarla. Sus mandamases son excrecencias del tardofranquismo, de su sector negocios o, directamente, de su verticalismo informativo. No están legitimados para darnos ninguna lección de democracia.
 
Han dedicado los días previos a la publicación del EGM a una campaña basada en atribuir a los obispos la responsabilidad de los contenidos obscenos de una página web arguyendo coincidencia de denominaciones. Sólo picarán los forofos que jamás hayan usado Google. Iniciar batallas perdidas de antemano es una medida de la desesperación.
 
El gobierno, obediente, vuelve a lanzarse a la arena cuando ya había ofrecido disculpas formales por el error. Error que habrá existido, y lo dudo, la primera vez. A partir de ahí, lo que hay es un gobierno mentiroso, un gobierno que intoxica a conciencia siguiendo las indicaciones del grupo retratado por Aznar ante la Comisión del 11-M, el de los terroristas suicidas y las cintas de vídeo prefiguradas. El grupo que sugirió posibles maniobras antidemocráticas del gobierno Aznar. El grupo que, en la jornada de reflexión, hizo cosas que ahora querría que todos olvidaran. Pero aquí nadie olvida. Tranquilos, muchachos, se llama libertad.

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