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Víctor Llano

Bambi rompehuelgas

En Cuba no existirían más de doscientas cárceles si al menos unos pocos miles de cubanos fueran capaces de asumir los riesgos que asumen Oswaldo Payá y Martha Beatriz Roque

Un pequeño grupo de activistas de los derechos humanos y familiares de presos políticos se reunieron el viernes 10 de diciembre con James Cason, jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Cason no ha seguido el ejemplo de Carlos Alonso Zaldívar, embajador de España en La Habana. El diplomático norteamericano no renuncia a honrar a las víctimas de la tiranía. Entre sus invitados estaban Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación, Martha Beatriz Roque, de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil Cubana y, Elsa Morejón, esposa del disidente Óscar Elías Biscet. Martha Beatriz negó que la excarcelación de siete presos políticos pueda entenderse como una especie de apertura política de la tiranía. El economista independiente ya advirtió de que Castro excarceló a Raúl Rivero en el momento en que más convenía a Moratinos, y acusó al gobierno español de "rompehuelgas" por esforzarse en cambiar la posición común que la Unión Europea todavía mantiene respecto a sus verdugos. A pesar de que pesa sobre ella una condena de excarcelación por motivos de salud y de que en cualquier momento puede volver a una celda de castigo, Martha tiene el valor de expresarse libremente. Culpó a Zapatero de nombrar embajador en La Habana a un ex comunista que "ama" a Fidel Castro.
 
En Cuba no existirían más de doscientas cárceles si al menos unos pocos miles de cubanos fueran capaces de asumir los riesgos que asumen Oswaldo Payá y Martha Beatriz Roque. Cuando las Damas de blanco –esposas de los disidentes encarcelados– recorren las calles de La Habana para denunciar que sus maridos están siendo torturados en prisión, son muchos los que las observan con curiosidad, pero ninguno de ellos se suma a su silenciosa y conmovedora protesta. Y es que aún son muy pocos los que demuestran el valor de Martha Beatriz Roque, quien aseguró que sale a la calle "con el cepillo de dientes" y que no ignora que en cualquier momento puede volver a la cárcel. Sin embargo, no abandonará Cuba. "No me voy. El que tiene que irse es Fidel Castro". Ni ella ni Oswaldo Payá elegirán vivir cómodamente en el exilio y recorrer Europa solemnizando lo obvio mientras sus compañeros entran y salen de celdas de castigo. El ejemplo de Payá es, si cabe, más significativo; el líder del Movimiento Cristiano Liberación tiene hijos que en cualquier momento pueden pagar por el valor que ha demostrado su padre. Su casa ya ha sido atacada por sicarios del verdugo. No otra cosa pueden esperar los niños cubanos de un régimen que sólo es capaz de ofrecerles patrañas, hambre y represión.
 
En cualquier caso, Oswaldo Payá no renuncia a decir lo que piensa. Según el principal promotor del Proyecto Varela y premio Sajarov del Parlamento Europeo, "aquellos estados que han firmado convenciones de derechos humanos tienen la obligación de respetarlas ante la Comunidad Internacional; si la Unión Europea reinicia un diálogo con el gobierno cubano, con la sociedad civil y con la oposición, no puede postergar el asunto de los prisioneros políticos". Alguno de los muchos asesores de Zapatero tendría que recordarle estas palabras. Para las víctimas de Castro no es más que un vulgar "rompehuelgas". Un tipo que disfruta de un extraño talante que le hace despreciar el sufrimiento de aquellos a los está obligado a ayudar. Para los rehenes de la tiranía comunista, España no puede dispensar a Cuba el mismo trato que dispensa a Corea del Norte o a China. Pero ni Zapatero ni Moratinos lo entienden así. Lejos de atender a los ruegos de los que sufren, corren en auxilio de sus verdugos.

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