Menú
EDITORIAL

¿Un nuevo pacto antiterrorista basado en la equidistancia?

Si, según Zapatero, “no tiene sentido buscar intencionalidades políticas a los actos terroristas”, ¿qué sentido tiene entonces su nuevo pacto frente a los islamistas?

Por mucho que muchos lo quieran soslayar, hay un hecho al que no se le puede pasar página: uno de los objetivos más apremiantes de lo que nos hemos permitido bautizar como la Internacional Islámica del Terror es reventar la transición democrática en Irak. Frente a ese innegable objetivo terrorista islámico, la ONU finalmente ha pedido a la comunidad internacional que respalde con tropas a los aliados en su esfuerzo de arrancar Irak de las garras del despotismo y el fanatismo religioso.
 
Ante esta inexorable disyuntiva ¿cómo se va a posicionar el nuevo Pacto dirigido contra la amenaza islamista que, además, el presidente del Gobierno quiere trasladar al plano internacional en el seno de la UE? ¿Qué valor político y moral contra el terrorismo islamista se le puede dar a Zapatero por haber estampado su firma en apoyo de una resolución de la ONU que reclama el envío de tropas a Irak, cuando lo primero que hizo este presidente de Gobierno fue retirar las nuestras, para regocijo de todas las organizaciones terroristas islámicas del planeta y para desesperación de nuestros aliados y del propio Gobierno provisional iraquí?
 
Y eso, por limitarnos a un objetivo que, como Irak, aun siendo fundamental en la agenda de la Internacional Islámica del Terror, no constituye ni mucho menos su única pretensión. Los terroristas islámicos, como ya han recordado en varios comunicados, además de la retirada de Irak exigen a nuestro Gobierno la retirada de tropas de Afganistán. Aunque el PSOE pueda lograr un consenso en este punto con el PP —como en todos aquellos que no supongan una satisfacción para los terroristas—, ¿cómo pretende incluir en ese pacto a formaciones que, como IU o los independentistas catalanes, tildan de “resistentes” no sólo a los terroristas que tratan de abortar la democracia en Irak, sino también la de Afganistán?
 
¿Y qué decir de las pretensiones del terrorismo islamista respecto de Ceuta y Melilla? Por no extenderlo a la “recuperación de Al Andalus”, a la que ha hecho varias referencias Ben Laden. ¿Son los partidos de Anasagasti y Carod Rovira un firme apoyo para que Melilla o Ceuta no constituyan una moneda de cambio o un precio que pagar por la paz?
 
Por muy elevadas que sean las cotas de inmoralidad dispuestas a alcanzarse con tal de diferenciar entre galgos y podencos dentro de la amenaza terrorista, ¿qué valor moral y político tiene un pacto antiterrorista que se ofrece a formaciones que, como IU, Esquerra Republicana o el PNV, han pactado con ETA y que se niegan a formar parte del frente antiterrorista que, con alfileres, mantienen PP y PSOE?
 
¿Qué nueva tomadura de pelo pretende Zapatero cuando, tras proponer un nuevo pacto contra el terrorismo islámico y tras treinta años de padecer el terrorismo etarra, nos sorprende a todos diciendo que “no tiene sentido buscar intencionalidades políticas a los actos terroristas”? Entonces, ¿qué sentido tiene su pacto frente a los islamistas?
 
En definitiva, ¿qué valor moral y político se le puede dar a un pacto contra el terrorismo islámico propuesto por un dirigente que, como Zapatero, es denigrado internacionalmente como el “Chamberlain del terrorismo islámico” por la misma razón por la que ha sido elogiado por los terroristas, tanto en comunicados etarras como en los de los islamistas?

En España

    0
    comentarios