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Alberto Míguez

Por fin algunos dicen No

La presión del “sí” ha sido tan masiva, arrogante e interesada que sinceramente me recuerda los plebiscitos franquistas, los veinticinco años de paz y demás zarandajas

Ha sido una sorpresa y agradable leer en este mismo espacio de Libertad Digital un comentario de Alberto Recarte titulado “Votar No a la Constitución Europea”. Durante varios meses y ante la soberbia e ignorancia ambiente anduve buscando como Diógenes con su candil voces discordantes, críticas o disconformes, las voces de quienes estaban dispuestos a decir “No” a la “Constitución de Giscard” como Recarte califica con toda razón el texto que intentan colarnos de matute a los españoles el próximo veinte de febrero. Que intentan colarnos unos y otros: gobierno y oposición conservadora, es decir, PSOE y PP, todos juntos en unión defendiendo las banderas de la antigua confusión.

Que una voz tan autorizada como la de Recarte diga “No” al Tratado (ya que no Constitución porque no lo es) me parece una buena noticia. Como lo es que a las voces de César Vidal, Agapito Maestre o Miguel Ángel Quintanilla Navarro (todos ellos colaboradores de Libertad Digital) se pronuncien en la misma dirección. La presión del “sí” ha sido tan masiva, arrogante e interesada que sinceramente me recuerda los plebiscitos franquistas, los veinticinco años de paz y demás zarandajas. Quienes se oponen o nos oponemos a la llamada Constitución europea no tendremos espacio alguno –fuera de Libertad Digital por ahora y tal vez alguna cadena de emisoras– para decir clarito y sin mordaza que este texto que intentan colocarnos es un disparate monumental, un insulto al sentido común y un atentado a la Europa posible del futuro.

El gobierno y el partido conservador tienen en sus manos la posibilidad de que estos espacios de reflexión y disconformidad se abran. Pero siendo realistas y conociendo el género, hay muchas razones para temer que vuelvan a las andadas: la exaltación de la España unánime y petulante en que convierte el poder al común de los ciudadanos de este país sin sociedad civil ni nada que se le parezca.

Esa España de los Zapateros, Moratinos y Solbes está dispuesta a machacarnos con la apisonadora del silencio y la exclusión. A propósito de nuestro amigo Miguel Ángel Quintanilla Navarro: dentro de unos días debe estar en las librerías –cuanto antes mejor, no hay tiempo que perder– un libro suyo donde desmenuza, desmitifica y destroza intelectualmente la Constitución de Giscard. Título: “El misterio del europeismo español: enjambres y avisperos. España ante la Constitución Europea”. Es un texto sólido, impecable y erudito cuya lectura debería ser obligatoria para quienes han convertido el “no” en objetivo de sarcasmos y descalificaciones, como siempre impunes y abusivos: la práctica española de “a moro muerto duro lanzazo” de la que tanto saben socialistas y demás cofrades.

Continuará.

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