En la dedicatoria de San Camilo 1936, Cela se acordaba de todos los hijos de puta que habían venido a matar españoles como a conejos. En San Sabino 2004, que tal onomástica se celebraba anteayer, sucedió algo parecido. Primero, el lehendakari escuchó respetuosamente la lectura del mensaje navideño de Josu Ternera. Y sólo tras ese emotivo prólogo, pasó a celebrar con cava el éxito del tripartito de allí en el primer asalto parlamentario para crear un Estado étnico en Vascongadas.
Por el contrario, en la dedicatoria del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte no se menciona a nadie, más que nada porque Marx no la escribió. A pesar de eso —y de que ningún vivo haya leído jamás tal ladrillo—, todo el mundo dice recordar que el sablista de Engels gastó allí una página entera en decir que la Historia, cuando se repite, únicamente lo hace a modo de farsa. Tal vez en esa leyenda urbana se esconda la explicación a que Rodríguez decidiera interrumpir su descanso navideño para ir al teatro, mientras el PNV se disponía a crear un estado libre asociado a ETA. Y es que Zetapé también debe haber oído que el honrado pueblo corrió a los Toros tras saberse lo del Desastre del 98. No cabe otra explicación a que haya elegido fecha tan señalada para componer su figura preferida, el Don Tancredo, en la platea de una mezquita.
El caso es que el suegro del otro que necesitó viajar a España para redactar El derecho a la pereza, por una vez, andaba en lo cierto en el asunto de los Bonaparte. Por eso, hoy convendría acudir a las hemerotecas y averiguar qué astros iluminaron a los editorialistas de los periódicos aquella mañana que se perdió Cuba. Del mismo modo que, a partir de ahora, antes de abjurar del padre del comunismo, habremos de que recordar que el 31 de diciembre de 2004 los cráneos más privilegiados de la prensa nacional pontificaban esto: “Batasuna —varios de cuyos dirigentes habían asegurado esta semana que jamás apoyarían el proyecto de Ibarretxe— ha engañado completamente al PNV, al que ha utilizado como un tonto útil”.