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Ministerio a la deriva

Después de años de protagonismo en la política europea, la "vuelta al corazón de Europa" ha supuesto la voluntaria subordinación al dictado francés

Las elecciones para cubrir los puestos de la Junta Directiva de la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE), un acto que tenía que pasar inadvertido a la opinión, se han convertido en un público desencuentro entre el Cuerpo Diplomático y el Ministro de Asuntos Exteriores y eso cuando no hace ni un año que se produjo un cambio de Gobierno que la mayoría de los diplomáticos españoles celebraron como una liberación.
 
Los diplomáticos son, sobre todo, funcionarios del Estado, con las virtudes y defectos que esta condición suele comportar en cualquier país europeo. Trabajan desde una visión de cuáles son los intereses nacionales y las políticas para defenderlos que necesitan sea clara y permanente. El segundo mandato de Aznar supuso una revisión en profundidad de algunos de los pilares tradicionales de nuestra política exterior. El Gobierno no se empleó en explicar el porqué ni el cómo -ya sabemos que la comunicación no era lo suyo- y los diplomáticos, con esa pereza mental intrínseca a la cosa pública, no quisieron darse por enterados de que la estrategia establecida en su día por los primeros gobiernos González estaba superada y que vivir bajo la protección del Eje París-Berlín era un problema y no una solución para la defensa de nuestros legítimos intereses. La firme posición establecida en Azores provocó vértigo entre veteranos y jóvenes y el estilo directo de Ana Palacio acabó de enfurecer a más de uno.
 
La llegada del PSOE al Gobierno y el compromiso de "volver al corazón de Europa" fue recibido con alivio por el Cuerpo Diplomático. Sin embargo, en los pocos meses transcurridos la relación de funcionarios y políticos se ha degradado. Muchos son los factores de los que sólo haremos un apunte.
 
En menos de un año se ha hecho evidente que Aznar tenía razón y que no se podía mantener el vínculo íntimo con París y Berlín. Después de años de protagonismo en la política europea, la "vuelta al corazón de Europa" ha supuesto la voluntaria subordinación al dictado francés. Si una nación renuncia a ser, no puede esperar que las demás la respeten y especialmente la propia Francia. Las cancillerías europeas negocian con París, dejando que el Quai d’Orsay se ocupe del voto español.
 
La forma en que se llevó a cabo la retirada de Iraq; la innecesaria provocación a Washington; la irresponsable demanda de que otros países hicieran lo mismo, después de haber votado lo contrario en el Consejo de Seguridad; la pueril apuesta por el senador Kerry... son errores tan descomunales que ningún diplomático de carrera, por mucha que sea la simpatía ideológica con el Sr. Ministro, puede perdonar. No sólo ha habido una política equivocada es que, sobre todo, la ejecución ha sido impropia de profesionales.
 
La diplomacia española se ha ido ahormando sobre un conjunto de "cuestiones" que se han prolongado en el tiempo. El Sáhara, Ceuta y Melilla o Gibraltar son algunas de las más características. El Gobierno ha tirado por la borda el trabajo de muchos años para improvisar variaciones sobre un talante tan ridículo como estéril. Sus concesiones a cambio de nada, esa práctica de la "derrota preventiva" a la que hemos hecho referencia con anterioridad, no ha despertado otra cosa sino desprecio entre británicos y marroquíes.
 
La misma falta de profesionalidad se ha hecho evidente en la gestión interna, en los nombramientos y en el trato a los funcionarios que no consideran suyos. El que Manuel Viturro haya sido el candidato más votado en las elecciones para la Junta Directiva de la Asociación de Diplomáticos Españoles no es un hecho anecdótico. Él era el embajador de España en Venezuela cuando se produjo el Golpe de Estado. Contra él y contra el Gobierno de Aznar apuntó disparatadamente Moratinos en TVE, para luego tener que pedir perdón en el Congreso de los Diputados. En su defensa han salido sus compañeros, incluidos aquellos que celebraron la vuelta a la normalidad con la victoria socialista.
 
En el plano exterior, como en el interior, el Gobierno ha abierto dossiers con más "talante" que estrategia. Su ejecución, junto con la anunciada reforma del servicio exterior, parecen conducir a un incremento gradual de la tensión entre el Cuerpo Diplomático y su Ministro.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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