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Juan Manuel Rodríguez

Un sexto sentido futbolístico

no seré yo quien critique a Arrigo Sacchi por haber contratado a Vanderlei Luxemburgo sin conocer su trabajo y después de que unos amigos le recomendasen su fichaje

La intuición de Santiago Bernabéu obró la contratación de uno de los futbolistas extranjeros más rentables del último cuarto de siglo de la historia madridista. El presidente del Real Madrid viajó a Alemania exclusivamente para ver en acción a Herbert Wimmer, jugador del Borussia Moenchengladbach que interesaba mucho a los técnicos del club. Al rato preguntó por uno de sus compañeros, "aquel con bigote". "Es Uli Stielike", le dijeron. Rápidamente se volvió hacia Agustín Domínguez y le ordenó: "Fíchalo. Sólo van diez minutos de partido y ya se ha pegado con dos". Rara vez solía fallarle aquel sexto sentido futbolístico a Bernabéu, como en aquella otra ocasión que, refiriéndose a un chavalito de dieciocho años que acaba de llegar al club, dijo lo siguiente: "Es hijo de guardia civil, y estos tíos se han formado bien". El hijo bien formado de aquel guardia civil anónimo se llamaba Carlos Alonso Santillana, uno de los mejores rematadores de cabeza del fútbol mundial.
 
Pero el fútbol ha cambiado tanto desde entonces que, hoy en día, nadie comprendería que un "grande" como Real Madrid, Barcelona o Valencia incorporaran a su estructura organizativa a un auténtico neófito, un desconocedor absoluto de dicho deporte. Bernabéu le pidió un buen día a Raimundo Saporta, que luego se convirtió en un modelo exportable de lo que debía ser la moderna gestión deportiva, que se incorporase a su junta directiva. "Pero don Santiago", replicó Saporta, "yo no tengo ni idea de fútbol"... "Por eso mismo. Ya tengo demasiados a mi alrededor que saben mucho". Jesús Gil, salvando las distancias tanto en el tiempo transcurrido como en el éxito obtenido, era otro presidente que se guiaba de las vibraciones, pero el dueño del Atlético de Madrid no tuvo un porcentaje tan elevado de aciertos como su colega madridista.
 
Por eso no seré yo quien critique a Arrigo Sacchi por haber contratado a Vanderlei Luxemburgo sin conocer su trabajo y después de que unos amigos le recomendasen su fichaje. En su día dije en "El Tirachinas" de la Cadena Cope que la contratación del brasileño se había llevado a cabo en familia después de una barbacoa en la sierra de Madrid, y parece que la realidad no estaba tan alejada de aquella afirmación. Sacchi confiesa enLa Gazzetta dello Sportque él buscaba jugadores pero que unos conocidos le dijeron que fichara a Luxemburgo porque era el mejor. El italiano no demuestra ser demasiado inteligente al decir esto ahora porque seis minutos de buen fútbol son un minúsculo grano de arena en la historia deportiva del Real Madrid. El tiempo le enseñará que dirigir, entrenar o jugar en ese club es una maratón, una inacabable y tensa carrera de fondo en la que nunca se vislumbra la línea de meta. Por cierto: la anécdota del alemán Stielike sólo se supo cuando el "panzer" había triunfado ya en el Madrid. ¿Habría salido a la luz si Uli hubiera sido finalmente un "paquete"?...

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