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Carmen Leal

Del referéndum europeo al Plan Ibarreche

El Plan Ibarretxe tampoco se lo ha leído nadie, o casi nadie, y este sí que nos toca mucho mas de cerca y tiene consecuencias graves e inmediatas para todos los españoles y no solamente para “los vascos y vascas”.

“Si no la hemos leído, ¿cómo no la vamos a apoyar” Así razonaban Los del Río, uno de los grupos folclóricos contratados por el Gobierno para la promoción del referéndum sobre la Constitución europea. Este razonamiento es el propio de un porcentaje de la población no desdeñable. El texto no se lo ha leído nadie, o casi nadie y sospecho que, de aquí al día de la votación, el común de los ciudadanos no se lo va a leer. Es sólo para iniciados en Derecho internacional. Así que hemos de votar atendiendo a los razonamientos de los medios de comunicación, y por afecto o desafecto a tal o cual comentarista político que exponga con coherencia las ventajas e inconvenientes para el ciudadano español del “sí” o el “no” de nuestro voto. El otro razonamiento de los del Río era que “si la mayoría de los políticos de derechas e izquierda la apoyan ¿por qué no la vamos a apoyar nosotros?”. Razonamiento lógico para una ciudadanía que se tiene que fiar de sus representantes, porque no todos podemos ser expertos en Derecho. Hay que suponer que nuestros representantes buscan el bien común de todos los españoles y no el bien de su partido o el suyo propio, excepción hecha de los partidos nacionalistas que, por definición, solo buscan proteger a “algunos” de los que residen en su territorio, aquellos que están de acuerdo con su ideología.
 
El Plan Ibarretxe tampoco se lo ha leído nadie, o casi nadie, y este sí que nos toca mucho mas de cerca y tiene consecuencias graves e inmediatas para todos los españoles y no solamente para “los vascos y vascas”. Así que los mismos razonamientos de “los del Río” son válidos aquí, solo que en sentido contrario. Los comentaristas políticos de todas las tendencias están dando buenos e interesantes razonamientos para no apoyar el Plan Ibarretxe, y advierten de las consecuencias políticas, sociales y económicas que se derivan de semejante propuesta. Los ciudadanos no nacionalistas de Vascongadas y Cataluña están amedrentados. No nos piden opinión, no nos piden un voto en esta encrucijada. Les otorgamos nuestra confianza el mes de marzo en las elecciones para que bien nos gobiernen y no para que nos partan el país en tres trozos (con argucias e interpretaciones constitucionales abiertas) sin nuestro consentimiento Si los partidos de izquierda y de derecha no apoyan el plan Ibarretxe tampoco la ciudadanía vasca y española lo va a apoyar. Y aquí está el problema. ¿Realmente se van a unir en un gran pacto los dos partidos mayoritarios? ¿Van a presentar un frente compacto ante cualquier ataque a una Constitución que nos ha permitido convivir en paz y prosperidad durante tantos años? ¿Van a ser capaces de no negociar lo innegociable? Porque no es negociable la unidad nacional, no es negociable la igualdad de derechos de todos los españoles vivan en el territorio que vivan, hablen la lengua que hablen, tengan la religión que tengan, se sientan (porque también de sentimientos se trata) de la Nación española o de la nacionalidad autonómica que sea, o de esta u otra tendencia política con tal que este contenida en nuestra Constitución. A esto se llama libertad y la libertad no es negociable.
 
Los ciudadanos tenemos miedo. Tenemos miedo de que todo esté ya pactado, de que toda esta propaganda del “no pasarán de aquí los nacionalismos”sea una farsa. Tenemos miedo de que se rechace el “plan Ibarretxe” y se acepte el Plan Maragall-Carod Rovira que, con otras palabras y ligeros retoques, nos lleve hacia las mismas metas que pretende el Plan Ibarretxe. (¿Cuál fue el pacto de Carod Rovira con ETA: no matas en Cataluña y yo apoyo tu plan secesionista, que también es el mío?) Tenemos miedo de que este gobierno , presionado por las amenazas de ERC que le puede descabalgar del poder, llegue a donde no debe.
 
La mayoría de la ciudadanía no ha leído el Plan Ibarretxe , pero confía en que sus representantes de izquierda y de derecha sepan anteponer el bien común de todos los españoles a los posibles réditos electorales y las prebendas personales. La política honesta es el servicio al bien común.

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