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Carlos Semprún Maura

Grandes y pequeñas maniobras

La izquierda gala, que en el terreno político parece frotarse las manos, contemplando el duelo Chirac-Sarkozy, finge no darse cuenta de que su situación es aún peor

El martes, jornada nacional de huelga en Correos, recibimos cartas. No por ello hay que sacar la conclusión de que sólo se reparten cartas los días de huelga, sería algo exagerado, lo que en cambio es cierto es que Correos no funciona nunca, con o sin huelga, y cabe preguntarse se la mejor manera de defender ese servicio público contra “el virus de la privatización”, es su sabotaje permanente. Un curioso sabotaje que se parece a una lotería, nunca se sabes si una carta enviada un día llegará el día siguiente, como es la norma intramuros, o una semana después, o nunca, lo cual también ocurre.
 
La huelga de la SNCF parece más importante que la de Correos, sólo funcionan un tren de cada tres, o cuatro, según las líneas y las regiones. Pero los viajeros, acostumbrados, y además tratándose, en principio, de una huelga breve (del martes a las veinte horas, al jueves a las ocho de la mañana), aguantan con fatalismo. Lo cual impide que vuelva a plantearse el eterno tema del servicio mínimo, que los sindicatos rechazan airadamente, como una agresión intolerable al derecho de huelga. Para un observador como yo, o sea alguien que ha recibido correo el día de la huelga, que no ha tenido que viajar por tren, que no tiene familia en la enseñanza, en resumen, para los que sólo saben de estas huelgas lo que ven, oyen o leen en los medios, la distancia crítica, en cuanto a las informaciones, es indispensable.
 
La inmensa mayoría de los responsables de dichos medios siguen siendo los mismos que fueron instalados por (o durante) el gobierno Jospin en los recientes tiempos de la cohabitación. O sea que son casi todos de izquierda con tendencia a hablar siempre bien de los huelguistas y a sentirse solidarios de aquellos que defienden el apolillado ritmo de los “servicios públicos”. En resumen: el mínimo de información y el máximo de propaganda. Y en cuanto a arrogancia y “antiyanquismo” no necesitan a nadie que le aconseje “desde arriba”.
 
La izquierda gala, que en el terreno político parece frotarse las manos, contemplando el duelo Chirac-Sarkozy, finge no darse cuenta de que su situación es aún peor. Si se respetara la tradición electoral, el primer secretario del PS, tendría que ser su candidato a las presidenciales de 2007, pero como se trata de Don Nadie François Hollande, les entran escalofríos de pánico. En teoría habría otros candidatos más presentables, pero resulta que son demasiados y que se odian, también demasiado, entre sí. Y no es el único tema de división, los partidarios del “no” a la Constitución Europea, una minoría importante, sigue haciendo campaña contra el “sí” pese a las amenazas.
 
A lo lejos cabalga un jinete fantasma. Desde hace meses se le ve en la cresta de las colinas, pero no se acerca, permanece lejano y enmascarado. Desde hace meses, el fantasma Jospin, autojubilado de la política, en una crisis de nervios, triunfa en los sondeos, con como mínimo diez puntos más que el infeliz Hollande, que se ha puesto a adelgazar de angustia, o de estrés como dice Carod Rovira.

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