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John Blundell

El moderado éxito del euro

el éxito comercial del Reino Unido es indicativo que no tenemos que convertirnos en la provincia de un gran nuevo imperio y, en realidad, preferimos nuestras propias instituciones en lugar de las imposiciones de Bruselas

El moderado éxito del euro se equipara con los logros del Banco de Inglaterra en contra de la inflación. En ambos casos, las monedas han sido situadas más allá del alcance de los caprichos políticos y son guiadas más bien por tecnócratas que cumplen con las reglas. Así se ha mantenido la estabilidad de los precios y el mercado ha expresado su fe en el euro.
 
La generación anterior solía caer en la tentación de diluir la moneda. El legado keynesiano mantenía que tanto el crecimiento como el empleo se obtenían a través de la inflación.
 
El profesor Otmar Issing, miembro del directorio ejecutivo del Banco Central Europeo comenta, en una reciente publicación del Institute of Economic Affairs, los primeros cinco años desde que 12 naciones europeas eliminaron sus monedas. Aunque crítico de la inmensa autoridad federal europea, reconoce el moderado éxito del euro dentro de los grandiosos planes de los eurócratas.
 
El euro ha profundizado la integración comercial y ha ampliado la transparencia de los precios a través de las fronteras de esas 12 naciones. Eso ha aumentado tanto la competencia como la información. En tal sentido, el euro ha tenido más que ver con profundizar el mercado común (término ya poco usado) que la infinidad de directivas y regulaciones emitidas por la creciente burocracia de la Unión Europea.
 
No hace mucho tiempo era inconcebible pensar que Bélgica, Alemania, Grecia, España, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Austria, Portugal y Finlandia renunciarían a su soberanía monetaria. Pero así sucedió y a los mercados les gusta el euro.
 
Pero, ¿acaso les ha ido menos bien al Reino Unido, Suecia y Dinamarca sin el euro? Mientras que Islandia, Noruega y Suiza ni siquiera pertenecen a la Unión Europea. Y los países de Europa oriental que ingresaron a la Unión Europea en 2004 no han abandonado sus monedas.
 
El Banco Central Europeo no parece querer eliminar la inflación y está contento manteniéndola alrededor de 2%. Teme que tratar de reducir la inflación a cero reduciría los intereses y le temen a la deflación.
 
Toda nueva política produce ciertos efectos. Una es que el relativo éxito del euro facilita la llamada “armonización” de los impuestos que quiere la Comisión Europea. Ese es el próximo gran proyecto que tememos todos aquellos que desconfiamos de la borrachera de un poder burocrático no sujeto a ningún freno ni escrutinio electoral.
 
El Reino Unido tiene un desempleo de 4,7% comparado con 9% en la zona del euro. Es fácil culpar al gran número de impedimentos al mercado laboral en la zona del euro, pero cualquiera que sea la razón, la experiencia general es un inmenso desperdicio de tiempo y de talento.
 
Es difícil imaginarse cómo los 10 nuevos miembros de la Unión Europea van a poder participar. Ahora hay más miembros de la UE fuera de la zona del euro que adentro. Si aspiramos a una economía floreciente, parece evidente que a Estonia le va mucho mejor que a Alemania. El peso de las regulaciones frena la inventiva y la productividad empresarial. Y el éxito comercial del Reino Unido es indicativo que no tenemos que convertirnos en la provincia de un gran nuevo imperio y, en realidad, preferimos nuestras propias instituciones en lugar de las imposiciones de Bruselas.
 
Como siempre, el mercado es el mejor instrumento. Seamos todos libres de utilizar el euro para las transacciones si así lo queremos hacer. Seamos igualmente libres para utilizar la libra esterlina o el dólar. El Banco Central Europeo es una gran imposición y la historia nos indica que toda coerción termina mal.
 
© AIPE
 
John Blundell es director general del Institute for Economic Affairs de Londres

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