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Amando de Miguel

Errorcillos

Fernando Crusellas Abián (Zaragoza) aduce que su paisano, Federico Jiménez Losantos, es uno de los pocos periodistas que distinguen entre “el editorial” y “la editorial”. Es evidente la diferencia entre el género periodístico y la casa que publica libros. No obstante, se observa una tendencia a feminizar también “el editorial” periodístico, pero de momento chirría un poco, por lo menos a mis oídos.
 
Javier de Aroizu (Barcelona) recuerda la usual improcedencia de los políticos que dicen “deber de + infinitivo” cuando quieren indicar “deber + infinitivo”. Me pide que aclare la diferencia. Haré una síntesis con las distintas posibilidades:
 
debe ser… = “está moral o legalmente obligado a…”
debe de ser… = “es probable o posible que sea…”
tiene que ser… = “debe ser casi a la fuerza”. La ambigüedad está en que también equivale a veces a “debe de ser”.
ha de ser… = Muy parecido al anterior. Por influencia catalana equivale a un “debe ser” sin mucha fuerza.
 
En lugar de ser, teóricamente podríamos colocar cualquier verbo, con un resultado parecido. El equívoco máximo (y por desgracia muy corriente) es confundir “debe ser” con “debe de ser”. Tampoco debe llegar la sangre al río por esas menudencias.
 
Antonio García (Salamanca) tiene razón al indicar que el plural de referéndum debe ser referenda o referendos, pero nunca referendums. Lo mismo debe hacerse con currículum. En mi opinión, lo mejor es castellanizar esas palabras del todo cuando se ponen en plural. En cambio, no me parece muy justa la crítica que hace el de Salamanca a Pepiño Blanco, al pronunciar roturista por rupturista. A los gallegos les cuesta mucho pronunciar dos consonantes seguidas intervocálicas: por ejemplo, ténico por técnico. En cambio, tienen otros sonidos (los de las X) que a los castellanos nos resultan difíciles. El lenguaje hablado tolera todo eso y más.
 
Fernando de Mendoza (Berlín) dice que le horroriza el verbo influenciar. A mí también. Teniendo influir, no sé qué puede añadir influenciar. El peligro es que caigamos en las influenciaciones. De todas formas, en la parla periodística, y aun en la académica, se recurre con desparpajo a lo de influenciar. Quizá añada un toque irónico al influir, más corriente.
 
Alfredo Cifrián (Bilbao) me riñe porque yo digo “las antípodas”, y añade: “cuando debería decirse los antípodas”. Creo que esto es como “el mar” y “la mar”. Valen las dos formas. “La mar” o “las antípodas” son variaciones más literarias. Los lugares imaginarios de la mar océana suelen ser femeninos: la Atlántida, las antípodas. No obstante, alguna vez he escrito “los antípodas” y no pasa nada.
 
José Blanco (“no Pepiño”, aclara) inquiere mi resistencia a poner la tilde asolo(adverbio). Sostiene don José que, si empezamos así, acabaremos diciendoalmóndigas con acenorias. Hombre, no se ponga usted así. Tampoco sería nada extraño que acabáramos diciendoalmóndigas. Mucha gente se inclina por ese sonido, quizá por su cercanía a “almendras”. También Cervantes decía “malencolía” y nosotros “melancolía”. La Real Academia permite ponersolo(adverbio) sin tilde, puesto que no es fácil que se confunda con el adjetivo, salvo en algún juego de palabras. La norma general es que no llevan tilde las graves terminadas en vocal, comosolo. Cuantas menos excepciones, mejor.

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