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Juan Gillard López

Sarko

sería el primer Presidente de la República con un conocimiento real y directo de España. Si se escruta, sorprende lo lejana que quedaba la península en la experiencia vital de gentes como Mitterrand, Giscard o Chirac. Les sonaba a chino

Nicolás Sarkozy supone una renovación ideológica mucho más radical de lo que su biografía pudiera aparentar. A pesar de ser un hombre del stablishement gaullista, con 21 años ya era Alcalde de Neully, sus pronunciamientos a medida que se acerca la gran batalla presidencial contra Chirac anuncian un panorama sin precedentes en la derecha francesa.
 
Para empezar, los franceses de menos de 40 años no pueden recordar candidatos conservadores con posibilidades que no fueran los paleolíticos Chirac y Giscard. Pero con independencia del deseable cambio de personas, “Sarko” pudiera llevar al rebaño del centro-derecha por tres vías revolucionarias en la Galia, cristalizadas en el liberalismo, la renuncia al laicismo de Estado y hasta una reorientación en las relaciones con EEUU e Israel.
 
A diferencia de sus antecesores, no se avergüenza de su base electoral. ¿A que les suena? La peculiaridad histórica que supuso De Gaulle, con su vocación aglutinadora, vació de contenido ideológico al pensamiento conservador galo durante décadas. No digamos el liberalismo que casi desapareció de la escena. Sarkozy asume sin complejos el ideario una mayoría silenciosa que, en Francia, es sociológicamente burguesa y está más que extenuada por un régimen de terror fiscal. Lo que Revel llama la “Unión Soviética con éxito”.
 
Curiosamente sería el primer Presidente de la República con un conocimiento real y directo de España. Si se escruta, sorprende lo lejana que quedaba la península en la experiencia vital de gentes como Mitterrand, Giscard o Chirac. Les sonaba a chino. Por el contrario, nuestro personaje tiene una percepción que incluso pudiéramos denominar “física” gracias a su matrimonio con una nieta de Albéniz, de crecientísima influencia en los últimos años. Indicios que quizás ayudan a entender manifestaciones de apoyo a Aznar como la reflejadas en los medios esta semana.
 
Merecen una muy esperanzadora atención sus últimas declaraciones cuestionando la tradicional laicidad rampante del Estado francés. Esto si que supone un tabú que nadie se atrevía a tocar desde su maniquea plasmación legal al inicio del Siglo XX. Está todavía por escribir la historia de la persecución y discriminación de la mayoría católica. En una nación cuya historia se funde con la de la cristiandad, la “hija mayor de la iglesia” que dirían los clásicos, no hubo un Presidente católico hasta la elección de René Coty en 1954. Cien años de experiencia laica acreditan un mecanismo eficacísimo en orden a enraizar un sistema de valores dominante que tiene muy poquito que ver con la esencia histórica de la nación en la que se implantó.
 
Conjunto de datos que darán un especial interés a la próximas elecciones presidenciales. Solo queda esperar que los atavismos del sistema no fagociten sus convicciones, y defrauden las expectativas de tantos franceses históricamente olvidados por sus dirigentes.

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