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Maite Pagazaurtundúa

Nos estamos haciendo viejos sin Gregorio

se sintió moralmente obligado a seguir el instinto democrático –y en su caso también cristiano– de defender la vida de los acosados y perseguidos por ETA. Y lo hizo de una forma inédita, por su claridad y desparpajo

En San Sebastián ni los amigos ni los contrincantes políticos de Gregorio lo hemos podido olvidar, porque tenía tal fuerza –y me duele tener que utilizar este maldito verbo, tenía, en pasado–, la suya era una fuerza tan contagiosa en lo personal y en lo político, que a buen seguro no soy la única persona que siente que fue ayer la última vez que lo tropecé por las calles de cualquier esquina de San Sebastián, o la última vez que sus adversarios políticos sufrimos su audacia y su capacidad desmesurada para trabajar y para intentar convencernos del tema que se trajera entre manos.

Poseía un talento extraordinario para la táctica política, y le recuerdo poniendo en aprietos a otro político especialmente dotado para los avances tácticos; me refiero, lógicamente, al alcalde Odón Elorza.

Gregorio Ordóñez amaba la vida, pero además la respetaba tanto que se sintió moralmente obligado a seguir el instinto democrático –y en su caso también cristiano– de defender la vida de los acosados y perseguidos por ETA. Y lo hizo de una forma inédita, por su claridad y desparpajo. La falta de miedo reverencial hacia los terroristas ofendió muy especialmente a los que descerrajaron varios tiros para matarlo y nos enseñó que teníamos, nosotros también, que plantar cara al propio miedo.

Gregorio Ordóñez fue asesinado por ETA en enero de 1995Nos enseñó que teníamos que ser muchos más los que nos atreviéramos a hablar alto y claro contra la impunidad con que se lucían los asesinos como héroes, contra los nombramientos de hijos predilectos de los asesinos de personas inocentes, contra listas compuestas con etarras que montaban gran escándalo cuando salían elegidos parlamentarios vascos promocionando la empresa del terror y de la coacción. La mayoría de la población no tolera este tipo de cosas gracias a personas como Gregorio Ordóñez, o como Fernando Buesa, que con su lucidez y su la fuerza del argumento democrático nos hicieron saber que se puede llegar a derrotar a ETA materialmente, pero que además se puede terminar por cambiar el estado de transmisión del fanatismo que genera seres humanos dispuestos a matar como a perros a sus vecinos e incluso familiares.

Gregorio no sufría ningún tipo de complejo por ser donostiarra y de ideología conservadora, y vivió con naturalidad su manera de ser, y supongo que fue la forma más eficaz de enfrentarse a la sinrazón de los nacionalistas vascos que entienden de forma sectaria y asesina la identidad vasca. De hecho consiguió que lo siguieran muchos donostiarras y guipuzcoanos que por fin se atrevieron a admitir que no eran nacionalistas vascos y que tenían ideas de centro o de centroderecha.
 
El hermano de la autora, Joseba Pagazaurtundúa, también fue asesinado por ETATodos necesitamos adversarios políticos que nos marquen límites, que nos desvíen del sectarismo extremo, de la locura de creernos en posesión de la verdad absoluta, y precisamente por eso sus contrincantes le debemos mucho a Gregorio, porque sin él no creo que hubiera resucitado el centroderecha y la derecha no nacionalista, que fue perseguida con saña por ETA en los albores de la democracia. Gregorio les dio fuerzas a ellos, pero nos obligó al resto a entender mejor las claves de la democracia y del pluralismo político.
 
Algunas veces imagino cómo analizaría Gregorio Ordóñez acontecimientos del siempre enmarañado escenario político vasco. Muchas veces imagino cómo lo haría Fernando Buesa, o José Luis López de la Calle, o Joxeba Pagaza. Y no es sólo por sentirlos cerca. No es sólo por eso.
 
Maite Pagazaurtundúa es concejal del PSE en Urnieta (Guipúzcoa). Su hermano Joxeba, sargento de la Policía Municipal de Andoáin (Guipúzcoa), fue asesinado por ETA el 8 de febrero de 2003.

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