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Agapito Maestre

La maldad del cine español

Confieso que me gustaría que premiasen con mil Goyas la última película de Garci. Además, desearía que los directivos de la cosa totalitaría se liberasen de su “buena voluntad” e inexistente conciencia imitando un poco al ciudadano José Luis Garci

Porque me importa, y mucho, la calidad del cine español, la calidad intelectual y moral de una de las formas expresivas más importantes de la civilización actual, necesito opinar sobre los “dirigentes” y responsables de la Academia. Vida y obra también van unidas. Escribo esta nota horas antes de la Gala de los Goya. No me apetece este año ver el espectáculo de este personal. Políticamente son infames, ridículos y estalinistas. Son malos propagandistas del socialismo sectario y, sobre todo, han contribuido, como pocos otros colectivos, a destruir el poco tejido institucional de la democracia española.
 
Su actuación partidaria en el Parlamento español fue patética. Histrionismo de cartón piedra. Son pedigüeños. Gentes que conciben la política como una especie de Corte de los Milagros. No son nada. La “política” para ellos queda reducida a que la Administración les llene la barriga. Punto, pues, a la hora de hablar sobre la concepción política de este personal. Aquí ya nos conocemos todos. Ni creen en la cultura ni el cine ni en la madre que los parió. Son material de derribo. Hablo en general, o mejor, de quienes manipulan la Academia. Sólo faltaba reducir el cine español a esta cuadrilla de interesados. Pues, a pesar de todo, me gusta, y mucho, el cine español, aunque obviamente es mejorable. ¡Y qué cosa no es mejorable en España!
 
Pero, ahora que lo pienso, no he visto “Mar adentro”, que será la película más premiada de la Academia. ¿Por qué no la he visto habiendo tenido tiempo y ocasión? Pues quizá por las mismas razones que esgrimían los asistentes a la manifestación de la Asociación de las Víctimas del Terrorismo, recogidas en el grito: “¿Dónde están, no se ven, la familia Bardem? Lástima, pero así es la vida… No creo, sin embargo, que sean motivos políticos los que me impiden ver esta película, pues, quizá, siendo bueno el cine de este director, no me atraen sus temas ni la forma de tratarlo. Si a eso le añaden que no me apetece lo más mínimo hablar de la eutanasia, entonces hallo lógico no haber visto la película en cuestión. Prefiero, simplemente, otro tipo de cine.
 
Precisamente, por eso, he visto varias veces la última de Garci, “Tiovivo. C. 1950”. A veces, triste; otras, alegre; el cine de Garci siempre es sugerente, poético y genial, porque torna real a la vida. Pura literatura. Cine de gran altura. Confieso que me gustaría que premiasen con mil Goyas la última película de Garci. Además, desearía que los directivos de la cosa totalitaría se liberasen de su “buena voluntad” e inexistente conciencia imitando un poco al ciudadano José Luis Garci. ¿Cómo no recordar en este contexto la nota que escribió en homenaje a las Víctimas del Terrorismo el día que el Foro de Ermua premió a José Alcáraz, el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo?
 
No pudo asistir al acto porque estaba rodando, pero mando el siguiente texto, que vale por todo un tratado de ciudadanía: “Queridos y cercanos todos: Si os tecleo esta nota, en una pausa del rodaje a las 3 de la madrugada del sábado 18 de diciembre, es porque muy a mi pesar no puedo estar allí con vosotros. Me apena, sobre todo, perderme las miradas decentes, humanistas y cómplices con las que me hubiera cruzado en ese acto. Esa reunión de miradas que luego recuerdas para fortalecerte y seguir, cuando los bandos del mundo tientan al cansancio.
 
Como os decía, estoy rodando, una nueva película, que es, entre otras, mi manera de querer a España. Nuestra España. Cuenten conmigo el año que viene, no me priven de ese honor. A 24 fotogramas por segundo os envío mi amistad, admiración y gratitud, no necesariamente en ese orden.”
 
Pues eso, amigos, que la carta y el cine de Garci vale más que todos los premios de la Academia.

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