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Luis Hernández Arroyo

El dólar y el neo-mercantilismo

Si no hay sorpresas en el mercado del petróleo ni terremotos políticos, es de esperar que el déficit sea financiable por largo tiempo, por lo que podría corregirse lentamente

El primer error que se comete cuando se analiza el problema del dólar es que se acepta como natural que los bancos centrales intervengan en el mercado y trastoquen gravemente el curso de las cotizaciones, que ciertamente sería otro bien distinto si sólo tuvieran presencia empresas, particulares y bancos privados. Y es que el mercado de divisas ha podido alcanzar un alto grado de desarrollo, pero sigue siendo un mercado politizado en sumo grado, pues la mayoría de los gobiernos se reservan la decisión política de cuál es el tipo de cambio de equilibrio. De equilibrio sería si ellos mantuvieran fuera sus torpes manos. No tienen información suficiente para saber que es el tipo de cambio adecuado, información que, en todo caso, se modifica continuamente, lo que ciertamente entra en contradicción con un tipo de cambio fijo.
 
Así que el mejor favor que podrían hacer los bancos centrales es imitar a la Reserva Federal, vender sus reservas a la banca privada y conformarse con dirigir la política monetaria interna. Política monetaria que, por cierto, muchas veces entra en contradicción con la cambiaria: por ejemplo, cuando se intenta restringir la oferta monetaria para reducir la inflación y al mismo tiempo se compran divisas contra moneda local (se emite liquidez) para que ésta no se aprecie. Puede sonar a historia ficción, pero no lo es: no cabe la menor duda de que si los bancos centrales asiáticos se hubieran abstenido de intervenir, desde hace años, comprando dólares para frenar la apreciación de sus monedas, contribuyendo con ello a aumentar el déficit exterior de EEUU, el dólar se hubiera depreciado antes y el déficit no hubiera alcanzado los niveles astronómicos de ahora. La prueba es que el noventa y tantos por ciento de ese déficit se registra frente a China, Japón y otros países de la zona. La situación es tan aberrante como que Malasia detenta unas reservas de hasta el 54% de su PIB. Esto no es más que una nueva forma de mercantilismo, mediante el cual se garantiza a la inversión extranjera, además de mano de obra barata, un buen precio de exportación y un margen de beneficios prácticamente asegurado. Es fácil comprobar la cantidad de productos que compramos con patente occidental que son “made in China”.
 
Por lo tanto, el problema del dólar es un problema generado en el pasado, durante el cual se ha alterado artificialmente su curso natural y se ha propiciado el crecimiento acumulado de desequilibrios: déficit creciente en EEUU y superávit creciente en China Japón & Cía. ¿Tiene solución? Podría tenerla, sin que además perjudicara a ninguno de los países implicados. Si los asiáticos dejaran de intervenir, el dólar se depreciaría frente a ellos y no frente al euro, EEUU ganaría en competitividad, y los asiáticos la perderían, pero a cambio de controlar mejor las presiones inflacionistas internas (afloren o no en las cifras oficiales) y las distorsiones contra la economía productiva que siempre se generan cuando se fuerza artificialmente un precio tan importante como el tipo de cambio. El problema es el ritmo, y a todos nos conviene que sea lento. De momento, no se vislumbran motivos por los que EEUU no encuentre financiación exterior: es le economía más productiva del mundo y de las que más crecen; no hay inflación; las empresas están en una situación financiera extraordinaria; así que no es extraño que los ahorradores mundiales se muestren dispuestos a financiar a EEUU a muy bajos tipos de interés. Si no hay sorpresas en el mercado del petróleo ni terremotos políticos, es de esperar que el déficit sea financiable por largo tiempo, por lo que podría corregirse lentamente. Pero esto es lógica económica liberal, desgraciadamente enfrentada a otra lógica, la neo-mercantilista, que además de los desequilibrios generados ha creado un problema de valoración de cartera a sus bancos centrales, amenazados ahora con ingentes pérdidas de valoración si el dólar siguiera cayendo. Y ahora se teme que esta amenaza podría llevar a estos bancos centrales a recomponer sus carteras de divisas vendiendo dólares (a la baja) por euros (al alza), lo cual aceleraría la depreciación del dólar frente al euro, lo que agravaría el castigo que ya sufre la producción europea. ¿Tanto pesa este problema de pérdidas en el balance de los gobiernos de esos países como para impedir que una actitud cooperativa restableciera el mercado de manera que los precios se ajusten a su nivel de equilibrio? Yo creo que esto es una pequeña preocupación dentro de un esquema político-económico autoritario y centralista (como describe Alberto Recarte en su reciente artículo), y que ya se han creado tantas fuerzas interesadas en el status quo, que no es de esperar una rectificación cercana.
 

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