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La Cuba de Zapatero

Si algo nos une es la disposición a ceder ante cualquier chantaje, de reconocer a cualquier tirano, de soñar que podemos apaciguar a nuestros enemigos y garantizar a cualquier precio la seguridad de nuestro estado de bienestar

Los resultados de las elecciones iraquíes han venido a coincidir en el tiempo con la “suspensión” del régimen de sanciones diplomáticas aplicado por la Unión Europea a Cuba, ante la sistemática violación de los derechos humanos en aquel país. Una cosa lleva a la otra y ambas a una mejor comprensión de los fundamentos de la política exterior del Gobierno socialista.
 
La participación ciudadana en las elecciones iraquíes ha sorprendido, una vez más, a los miembros del Gobierno. No estaba en su guión. La “resistencia” debía impedir lo ocurrido, imposibilitando la democratización de Irak y hundiendo las aspiraciones imperiales de Estados Unidos. Pero no fue así. Los iraquíes quisieron votar y dejar bien a las claras que lo que allí padecen no es una “resistencia”, el pueblo en armas frente al invasor, sino terrorismo dirigido por extranjeros y con muy limitado apoyo en casa. Su problema no es Estados Unidos, sino los islamistas que intentan imponer su dictado con el regocijo de una buena parte de la opinión europea.
 
En Cuba nuestros socialistas han conseguido un éxito importante, aunque limitado. Ellos querían poner fin al régimen de sanciones y sólo han logrado una suspensión. Su argumento es claro: las sanciones no ayudan a la transformación del régimen, el diálogo sí. Pero, no es lo que parece. Moratinos no cree que hablando con Castro las cosas vayan a cambiar. No caigamos en la ingenuidad de pensar que nuestros dirigentes socialistas son almas pías que confían en demasía en el poder de la palabra. Ellos saben perfectamente que Castro no va a mover ficha. Lo que están haciendo es desmontar la obra política de Aznar, la posición liberal adoptada por la Unión Europea, para así aliviar de incómodas presiones al régimen comunista de Castro.
 
Como aquéllos que vienen del marxismo no paran de recordarnos, el último Pío Moa desde estas páginas, la izquierda no considera la profundización de la democracia liberal una meta, sino sólo una etapa hacia su definitiva superación. La filosofía liberal no es parte de su legado, aunque hayan tenido que asumir ciertos elementos por razones tácticas. Por ello, no pueden aceptar que Europa ponga en duda la legitimidad del hecho revolucionario, ni al más señero de los representantes del antiliberalismo en Hispanoamérica.
 
Para nuestra izquierda el triunfo de la democracia en Irak de mano de los norteamericanos, en caso de ocurrir, sería un desastre sólo comparable al hundimiento del régimen castrista como consecuencia de las presiones internacionales y de la oposición democrática. El comunismo de Castro o el populismo de Chávez o Kirchner son atractivos para nuestro Gobierno en cuanto que rechazan el liberalismo, de la misma forma que el trasnochado nacionalismo árabe –naserismo, baasismo...– o las “resistencias” del tipo que fueren. Lo importante es batir al enemigo común.
 
Por su parte Europa, una vez más, ha puesto de manifiesto lo que da de sí, su capacidad para mantenerse firme en la defensa de las ideas que proclama. Si algo nos une es la disposición a ceder ante cualquier chantaje, de reconocer a cualquier tirano, de soñar que podemos apaciguar a nuestros enemigos y garantizar a cualquier precio la seguridad de nuestro estado de bienestar.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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