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Ignacio Villa

Comentarios de barra

No deja de ser rastrero y simplón que Zapatero se dedique –al día siguiente del pleno– a criticar las palabras del único apoyo constitucional que ha tenido en la Cámara

Este hombre no se baja del carro. Algunas veces parece, en efecto, que está en el quinto cielo, pero en otras –cada vez más– Zapatero da muestras de ser un político engreído e intocable. Después de una lastimosa intervención en uno de los plenos más importantes celebrados en estos años de democracia se permite la lindeza de decir que sus palabras de ayer están construidas sobre el "hoy y el futuro", mientras que Mariano Rajoy tiene un discurso del pasado.
 
Zapatero va de mal en peor, cuando ha sido incapaz de mantener el nivel que se debe exigir a un referente institucional como es su caso. Zapatero no puede hacer un discurso suave y meloso –en la sede de la soberanía nacional– por una cuestión de estrategia electoral. El jefe del Ejecutivo tiene la obligación de ofrecer un mensaje claro y convincente ante las intenciones de independencia de Ibarretxe. No es suficiente con entretenerse en unos discursos facilones; hay que saber estar a la altura de las circunstancias. Y Zapatero no ha sabido estar.
 
Pero es que además de haberse escondido en un momento complicado, se dedica a criticar la intervención de Mariano Rajoy. No deja de ser rastrero y simplón que Zapatero se dedique –al día siguiente del pleno– a criticar las palabras del único apoyo constitucional que ha tenido en la Cámara. Según sus palabras parece encantado con el posicionamiento de Izquierda Unida o de Esquerra Republicana. Ciertamente la irresponsabilidad del presidente del Gobierno, alguna veces asusta.
 
Que no salga un reproche de Zapatero hacía los que quieren romper la Constitución, mientras que hace "gracietas" con la intervención de Rajoy, que fue el único que defendió la ley, recordó a las víctimas y criticó a ETA, es impresentable. Y políticamente es muy preocupante, puesto que todos los ciudadanos dependemos de sus "graciosas" decisiones.

Zapatero "en el bar del Congreso" se dedica a pontificar sobre los demás, cuando debería estar muy preocupado con su triste papel en el pleno de ayer. El martes en el Congreso parecía más un voluntarioso miembro de una ONG –y que me perdonen las ONG– que un presidente del Gobierno. Y eso en política es definitivo.

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