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Ricardo Medina Macías

Un arte para el desastre

Prefiero vérmelas con un comerciante que quiere maximizar su ganancia que lidiar con un populista. El primero es arriesgado; el segundo es mortífero.

Decía el político catalán Francesc Cambó que hay dos maneras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; la otra, postergar lo inevitable. Ambas cosas, alternadas o simultáneas, suelen hacer muy bien los políticos en busca de popularidad, los populistas.
 
Las célebres palabras de Adam Smith en "La riqueza de las naciones", señalando que no apelamos a la generosidad sino al interés propio del carnicero o del cervecero para obtener de ellos nuestro sustento no son -como suelen decir algunos ignorantes- alegatos a favor del egoísmo, sino la mejor demostración de que el libre intercambio que se da en el mercado es infinitamente menos hipócrita, y más benéfico para todos, que las emotivas solicitaciones de los políticos.
 
En efecto, Smith explica con meridiana claridad que si el comerciante nos vende sus productos es porque espera obtener una ventaja de ello, legítima y hasta razonable, no porque esa sea su forma de manifestar su amor a la humanidad. Ese mismo comerciante en la intimidad de su hogar o en la iglesia dará –con mayor o menor generosidad, según se vea- tal o cual óbolo para manifestar su amor por sus semejantes en desgracia.
 
Nótese que, en cambio, el político apela a nuestra generosidad y jura todos los días que él es un dechado de altruismo que sirve al pueblo movido sólo por la devoción que le provoca ver la miseria de la gente. Miente.
 
Y esto no tiene nada que ver con una concepción descarnada del ser humano que niegue su casi infinita capacidad de compasión y misericordia por el prójimo, se trata de señalar que quien hace ostentación de altruismo suele mentir. Ya lo dice, por cierto, el mismo Evangelio: El bien que resplandece a los ojos de Dios se hace en lo secreto.
 
Por ello, Adam Smith –quien durante mucho tiempo fue profesor de ética– fue mucho más escéptico y hasta cínico respecto de la moralidad de los políticos, que respecto de la moralidad de los comerciantes.
 
Por ello, y siguiendo a Smith, no confío en los comerciantes y negociantes que apelan a la misericordia para vender. Mienten o no son comerciantes, sino limosneros. Detesto que alguien me pida que le compre un billete de lotería porque no ha vendido ni uno solo; prefiero regalarle el dinero que promover su permanencia en el "negocio equivocado".
 
Para sostenerse en el cuento de la generosidad y de la misericordia hacia la muchedumbre anónima, el político populista suele recurrir a dos estratagemas que son desastrosas, tarde o temprano, para el pueblo. Son las dos estratagemas de las que hablaba Cambó: Pedir (ofrecer) lo imposible y postergar lo inevitable. Piénsese en las promesas –y en las demandas- típicas del populista: "Borrar las deudas", "aumentar los salarios", "empleo para todos", "cuidados a cargo del Estado desde la cuna hasta el sepulcro"…
 
Prefiero vérmelas con un comerciante que quiere maximizar su ganancia que lidiar con un populista. El primero es arriesgado; el segundo es mortífero.
 
© AIPE
 
Ricardo Medina Macías es analista político mexicano

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