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José García Domínguez

Vote sí a la Guayana y no a Ceuta

Porque lo que nos invitan a refrendar es la promesa de no irritar a Mojamé con un sólo euro comunitario destinado a las ciudades que sueña invadir

A cinco días del plebiscito va a resultar que tenían razón Los del Río, que aquí nadie sabe de ese ladrillo que llaman Constitución europea. Y es que participar en una terapia de grupo dominguera sólo por curar el complejo de ilegitimidad que abruma a Rodríguez tiene delito. Pero encima pagarle la receta de dos supositorios merece castigo. ¿Que de qué hablo? De Ceuta y Melilla.
 
¿Conoce el lector por dónde caen las lindes de Akrotiri y Dhekelia, y quién corre por allí? Uno tampoco, hasta que le dio por leerse el mamotreto. Así descubrió que son zonas de soberanía del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte en Chipre. Y si Tony Blair las ha incluido es para que quede firmado, sellado, ratificado y muy clarito que lo van a seguir siendo. ¿Había oído hablar alguna vez de las Islas Aland? ¿No? Pues eche un vistazo al Tratado y descubrirá que quien las habita impuso que fueran mencionadas expresamente en él por lo mismo. Ya puesto, lléguese hasta el final del engendro, podrá comprobar que desde allí se divisan asimismo las Islas del Canal y la de Man.
 
Luego, si ha sido capaz de digerir ese plato sin reventar por el atracón de cursilería, sírvase usted mismo el postre en la página 166. También se presenta en forma de artículo, el 424. Saboréelo despacito y entre líneas. Reza así: “Teniendo en cuenta la situación social y económica de Guadalupe, la Guayana Francesa, Martinica, la Reunión, las Azores, Madeira y las Islas Canarias, agravada por su lejanía, insularidad, reducida superficie (…) El Consejo adoptará leyes, reglamentos y decisiones orientados a fijar las condiciones para la aplicación de la Constitución en dichas regiones”. Dicho en román paladino: La Unión destinará ayudas especiales a todos los territorios extra europeos de los Estados miembros excepto a dos de ellos, Ceuta y Melilla.
 
De nosotros depende, pues, que la Guayana de Chirac, ese enclave primigenio de la identidad europea, obtenga la protección que se niega a Melilla, ciudad española ya en 1497, y a la Ceuta castellana desde 1585. Porque lo que nos invitan a refrendar es la promesa de no irritar aMojamécon un solo euro comunitario destinado a las ciudades que sueña invadir. Ni subvenciones al abastecimiento de bienes de consumo, ni fondos estructurales específicos, ni programas horizontales, ni políticas comercialesad hoc, ni nada de lo que otorgaremos a la Martinica o a Reunión. ¿Que debemos votar “sí” para complacer a Francia y al Sultán? Pues va a ser que no.

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