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Luis Hernández Arroyo

Un presupuesto democrático

el Presupuesto de Bush tiene indudables puntos débiles y poco definidos; se va a encontrar con la oposición de fuertes grupos de intereses instalados en el despilfarro; pero tiene una estrategia clara y coherente, y ya ha dado muestras de estar decidido a

El presupuesto de Bush para 2006-2010 ha recibido las consabidas críticas de la izquierda, según las cuales de nuevo se desatiende a los necesitados y se abre barra libre al gasto militar. Esta es la versión que han dejado en el inconsciente colectivo la mayoría de nuestros medios periodísticos, que responden con perfecto automatismo al cliché con el que, desde siempre, se valoran aquí las cosas de allá. Cliché que, casualmente, tiene ciertas connotaciones con la inexorable ley de Marx sobre la concentración progresiva del capital en escasas manos y la aparición de un ejército creciente de proletarios.
 
Pero lo que se ha podido ver es el funcionamiento transparente de una democracia eficaz donde, con absoluta libertad de crítica, lo único que ha hecho Bush es cumplir su promesa electoral de un mayor esfuerzo en Seguridad y Defensa (S&D), mayor control del gasto, hacer definitivas las rebajas impositivas, y reducir el déficit a medio y largo plazo. Todo un desafío. Es lo que anunció, es lo que hizo en su primer mandato y es lo que ha propuesto ahora al Congreso, donde usualmente reposa la decisión final.
 
Ahora bien, desde instancias opuestas, también le han llovido críticas bastante duras, precisamente del lado del control del déficit, que muchos juzgan insuficiente. Concretamente, le han acusado de reducir sólo los gastos discrecionales (los de vigencia anual), lo que se juzga demasiado fácil, y de no tocar los gastos plurianuales, comprometidos para varios periodos. Esto no es totalmente cierto: primero, no debe ser tan fácil tocar los gastos discrecionales, cuando es la primera vez desde la presidencia de Reagan que se hace. Segundo, en el presupuesto hay la intención explícita de, mediante leyes, reducir los gastos plurianuales hasta lograr un ahorro de 137 m.m en 10 años. Y en tercer lugar, se anuncia por primera vez la voluntad de reforma de las pensiones, para que antes el 2012 –primera oleada de jubilaciones del “Baby boom” –comience a cubrirse el descubierto financiero a largo plazo de la seguridad social. Todo esto, puede decirse, con razón, que es meramente intencional, pero esta Presidencia tiene una buena tarjeta de presentación: el año pasado logró reducir en más de 110 m.m el déficit sobre lo previsto, pese a la bajada de impuestos. Es más, no es improbable que esto vuelva a suceder, si, además, se tiene en cuenta otro dato a su favor: las tasas de crecimiento de PIB, precios y tipos de interés en que se basa la proyectada reducción del déficit son bastante conservadores (coinciden con el “Blue Ship Consensus”), por lo que, por poco se sean desbordados, más probables de lograr los objetivos.
 
Ahora bien, todas estas críticas pretenden valorar la política fiscal centrándose sólo en el déficit, lo que, probablemente ¡es lo más irrelevante! Lo relevante de verdad es la estrategia fiscal de la Casa Blanca, que es reducir el peso del estado y al mismo tiempo reforzar sus funciones esenciales. Un planteamiento liberal que diverge crecientemente del vigente en Europa; y esa divergencia radical es el motivo del desencuentro creciente entre ambos lados del Atlántico. Dicho esto, obsérvese la eficacia con la que el gobierno USA cumple con su elemental obligación de proteger a sus ciudadanos (y a otros) : El total de empleados federales (excluidos, por lo tanto, los estados) son unos 4 millones, lo que supone ¡el 1,4% de la población! Los recursos fiscales federales, Por su parte, no llegan al 18% de PIB. Sumemos los recursos de los estados, y obtendremos una presión fiscal total de un 31%; compárese esto con Francia -el país supuestamente líder de la UE- que ya sobrepasa con holgura el 51% de presión fiscal, por no hablar del 58% de Suecia, 56% Dinamarca etc...
 
Se critica también a Bush por no haber tenido en cuenta el gasto suplementario implícito en la reforma de las pensiones, pero en esto si que está demostrando voluntad política, cosa que brilla por su ausencia por estos pagos ¿Cómo van a hacer nuestros países, con una deuda media de casi el 79% de PIB (63,7% en EEUU), para reformar su estado de bienestar y sus pensiones, buque insignia de la UE? Por no hablar de la soñada potencia militar alternativa a la Hiperpuissance, gran Satán americano.
 
Sí, el Presupuesto de Bush tiene indudables puntos débiles y poco definidos; se va a encontrar con la oposición de fuertes grupos de intereses instalados en el despilfarro; pero tiene una estrategia clara y coherente, y ya ha dado muestras de estar decidido a llevarla a término.

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