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El dossier sirio

Siria no es el principal problema hoy, como tampoco lo era Irak hace tres años. Pero ambos casos tienen en común una cosa: Irak era y Siria es asequible a bajo coste

Siria se ha establecido en la portada de nuestros periódicos y amenaza con seguir ahí durante algún tiempo. Mientras políticos y analistas parecían dispuestos a concentrarse en las dos grandes crisis de proliferación nuclear, la norcoreana y la iraní, el régimen baasista de Damasco quiere hacerse un hueco en la primera línea informativa a base de asumir protagonismo en el frente antinorteamericano.
 
Siria es un problema internacional desde hace mucho tiempo. El presidente Bush ha hecho repetidas referencias críticas a su gobierno hasta el punto de que en más de una ocasión se ha especulado con una inminente invasión. Los ejes del dossier sirio son los siguientes:
 
1. Siria ocupa ilegalmente el Líbano, violando su soberanía e impidiendo el normal funcionamiento de sus instituciones. Permite y ampara la existencia de unas milicias privadas, Hezbolá, formadas por chiítas y comprometidas con la extensión de la causa islamista y la desaparición de Israel. Hezbolá tiene el pleno apoyo de Irán, de quien se ha acabado convirtiendo en una organización dependiente para la realización de actos terroristas. El Consejo de Seguridad aprobó el 2 de septiembre de 2004 la Resolución 1559, exigiendo a Siria la inmediata retirada del Líbano.
 
2. Siria juega un papel capital en la promoción del terrorismo palestino. En su territorio tienen sus cuarteles generales las organizaciones Hamás y la Yihad Islámica Palestina. Desde allí preparan sus actos y reorganizan sus fuerzas. Hezbolá se ocupa de proporcionarles ayuda en nombre de Irán. Una colaboración que es financiera, logística, técnica y operativa. Les facilita dinero y armamento, les enseña a utilizarlo e, incluso, a fabricar bombas. El objetivo de estas organizaciones es la desaparición de Israel y la transformación de Palestina en un estado islámico, de ahí su interés en abortar el proceso de paz.
 
3. A pesar de sus históricas malas relaciones con el baasismo iraquí –Siria apoyó a Irán frente a Irak– el régimen de Damasco ha acogido a dirigentes iraquíes tras la invasión aliada y se ha convertido en refugio de sus haciendas y, no sabemos hasta qué punto, de sus arsenales. La presión norteamericana ha forzado la entrega de algunos de ellos, pero otros han seguido desde allí patrocinando actos violentos, cada vez más integrados en la red de al-Qaeda. Hoy no hay duda del papel de Siria en apoyo de la “insurgencia”, con la esperanza de que una situación inestable en Irak desgastará a Estados Unidos, garantizando su propia seguridad.
 
4. Junto con Irán forma el núcleo de la resistencia musulmana a la aceptación de la existencia del estado de Israel y son, consiguientemente, los máximos valedores de la legitimación del terrorismo palestino y libanés. Por distintas razones ambos estados rechazan la expansión de las ideas democráticas en el Amplio Oriente Medio, se han opuesto a las propuestas del presidente Bush al respecto y han anunciado su intención de boicotearlo por todos los medios.
 
5. El régimen baasista es una dictadura que viola los derechos humanos y persigue a cualquier oposición organizada. Las manifestaciones en su contra han sido disueltas violentamente y sus convocantes encarcelados.
 
6. Siria posee misiles Scud-C (500 km. de recorrido) y Scud-D (700 km. de recorrido) gracias a Corea del Norte. El combustible necesario lo obtiene mediante la colaboración tecnológica iraní. Estos cohetes están preparados para portar los dos elementos fundamentales de su arsenal químico: gas sarín y el agente nervioso VX. Formas alternativas de uso de este armamento son las bombas de gravedad, lanzadas desde un avión, o, por unidades de artillería. Siria ha trabajado también el terreno de las armas biológicas, en especial la ricina. No tenemos información sobre el grado de desarrollo de este programa.
 
7. Siria es consciente del alto coste que tendría usar armamento de destrucción masiva contra Israel. De ahí que crezca la preocupación sobre el uso de esos arsenales y, muy especialmente, por la posibilidad de que fueran entregadas determinadas cantidades a grupos terroristas para fines previamente fijados por Siria e Irán.
 
Este conjunto de circunstancias situaron a Siria en el punto de mira de las potencias occidentales. En los últimos días dos acontecimientos han traído de nuevo a la palestra a su gobierno.
 
Por un lado, el asesinato del antiguo primer ministro libanés, Hariri, un importante miembro de la comunidad sunita que se había destacado por su oposición a la reforma de la Constitución, encaminada a permitir que el pro sirio Emile Lahoud continuase al frente de la presidencia libanesa. Todas las miradas apuntaron a Damasco a la hora de fijar la responsabilidad, en especial la de las más de 200.000 personas que despidieron a Hariri en la calle. Era, para muchos, el ejemplo de que muchos libaneses están en contra de la presencia siria, a pesar de que buena parte de la izquierda y de los medios de comunicación europeos sigan considerando a las fuerzas sirias como tropas de pacificación. Era, también, un ejemplo de la forma de hacer siria, de su respeto por la discrepancia y los derechos humanos.
 
Por otro lado, la declaración conjunta sirio-iraní anunciando la formación de una alianza en contra de las amenazas norteamericanas. Un hecho significativo por varias razones. En primer lugar, porque pone de manifiesto hasta qué punto ambas naciones se sienten acosadas, son conscientes de que su comportamiento no es aceptable. En segundo lugar, porque llevan años trabajando de forma coordinada y con la declaración no aportan nada nuevo. Cabía esperar, en buena lógica, la firma de un tratado de mutua defensa, con una cláusula que fijara en qué términos cada una de las partes signatarias intervendría en ayuda de la otra de producirse un ataque, pero aparentemente no han sido capaces de llegar a tanto. Su instinto de supervivencia les lleva a un gesto de prudencia que les delata.
 
El asesinato de Hariri y las consiguientes manifestaciones populares van a tener una importante repercusión. Más aún si las acciones terroristas antiisraelíes se reanudaran o si se descubrieran implicaciones en el terrorismo Irakuí. Siria no es el principal problema hoy, como tampoco lo era Irak hace tres años. Pero ambos casos tienen en común una cosa: Irak era y Siria es asequible a bajo coste. Bush ha recordado que Siria no está en el camino hacia la democracia. Un aviso a navegantes que precede a la imposición de inmediatas sanciones económicas. El tiempo nos desvelará qué pasará después.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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