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Juan Carlos Girauta

La esperanza

La veintena de dictaduras árabes y la burocracia europea moratinesca tratan de convencernos de que todo el problema estriba en las actitudes de ese pequeño estado, curiosamente la única democracia de la zona, Israel

Con gran parte del likud en contra, apuntalado por el laborismo, preparado para enfrentarse a la resistencia de los colonos, Ariel Sharon mira ya hacia la amenaza iraní cuando la desconexión de los territorios parece al alcance de la mano. La esperanza crece desde que desapareció Arafat, aunque en Israel circulan rumores de que Hezbolá tiene cientos de agentes en los territorios preparando el asesinato de Abu Mazen.
 
La liberación de quinientos presos palestinos sin delitos de sangre ha sido un paso importante en el proceso, pero un paso preliminar. Pronto tendrán que salir los otros presos, y los israelíes recuerdan muy bien lo que sucedió hace unos pocos años, cuando la anterior esperanza se frustró y centenares de terroristas liberados volvieron a prestar su triste contribución a una causa que consiste en aterrorizar a la población civil, volar autobuses llenos y restaurantes. Pero la compleja y democrática sociedad israelí no ha olvidado lo qué es, ni por qué ha conseguido sobrevivir a cinco guerras convencionales y una mediático-terrorista, ni la urgencia de defender todos los días la vida y la libertad. ¿Cómo podría hacerlo? En ese pequeño país de seis millones de almas que cobra la peligrosa forma de un pasillo de quince kilómetros entre el mar y la amenaza, las gentes recuerdan el precio del mañana más que ningún otro pueblo.
 
En una red que se conoce como sistema dawa y que empieza en las mezquitas y con los imanes, los que manejan el entramado sobre el que crece el terrorismo en Oriente Medio proveen a millones de personas de unos mínimos de protección sanitaria o financiera que sus estados no ofrecen. La falta de democracia está alimentando un tsunami fundamentalista. La veintena de dictaduras árabes y la burocracia europea moratinesca tratan de convencernos de que todo el problema estriba en las actitudes de ese pequeño estado, curiosamente la única democracia de la zona, Israel. Se han aliado en la mentira los que siempre han querido destruirlo con los que han olvidado el significado de la defensa. Cuentan con la impagable colaboración de la prensa europea para falsificar, silenciar, omitir, caricaturizar o mentir abiertamente. ¿Sabe la opinión pública que el famoso muro es, en un noventa y cinco por ciento, una verja? ¿Sabe el español de a pie que entre 2000 y 2002 se detenía a tres hombres bomba al día? ¿Sabe que desde que hay verja ni un solo terrorista la ha atravesado? ¿Sabe que ese cinco por ciento que es muro se levanta junto a lugares como una autopista que sufrió un ataque con disparos el día de su inauguración, muriendo una niña? ¿Sabe que en el mundo hay dos millones de kilómetros cuadrados de territorios ocupados aunque nuestros medios sólo hablen de los seis mil de Gaza, Judea y Samaria?
 
España es un enemigo objetivo del islamismo, por muy infinita que sea el ansia de paz del presidente. Los fundamentalistas no ocultan que consideran nuestro paístierra robada, y que piensan algún día recuperarla. Nada de esto va a cambiar por tenderles la mano con gestos como la retirada de Irak o la broma de la alianza de civilizaciones. Estamos especialmente interesados en que Israel culmine con éxito el difícil proceso en el que está inmerso y que se desmonte de una vez por todas la más vieja y ominosa excusa de la posguerra mundial. La civilización ya estaba en deuda con los judíos; ahora lo está con Israel.

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