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Ignacio Villa

Limpia total

Cataluña es un desastre político. Y sí los Maragall, Carod Rovira, Mas y compañía siguen empeñados en mantener su protagonismo el resultado final puede ser dramático

El conchabeo catalán ha saltado por lo los aires. La forma de hacer política, utilizada durante más de veinte años, ha sido laminada cuando menos se esperaba. La crisis del Carmelo ha tenido desde el primer momento todos los condimentos de un gran escándalo político por la mala gestión de un Gobierno. En cualquier democracia normalizada el hundimiento del barrio barcelonés hubiera provocado la dimisión de un Ejecutivo y la convocatoria inmediata de elecciones. Pero, ahí surge el problema. Cataluña no es una democracia normalizada.
 
El espectáculo ofrecido la semana pasada en el Parlamento catalán ha dejado en evidencia el auténtico reparto de papeles. Durante años siempre se han buscado los motivos para explicar la "inexplicable" tranquilidad catalana; y ahora cuando precisamente parecía que estaba todo demasiado pactado han crujido las estructuras políticas. Ha sido tan virulento todo lo ocurrido, que no quedan muchos resquicios. Con los actuales protagonistas políticos ya no hay vuelta atrás. No vale una recomposición de la situación diciendo: "desde ahora vamos a ser buenos". Hay que hacer limpia total, y eso sinceramente no parece que los propios protagonistas estén dispuestos a hacerlo.
 
El Carmelo ha dejado al descubierto todas las miserias de una clase política, unas miserias de las que no se libra nadie. La realidad es que se han repartido todas las prebendas en Cataluña. Convergentes y Socialistas con la ayudita de los Republicanos han "organizado" el cortijo a su capricho durante años. El problema no es el 3% o el 15%. El problema final es que el modelo se ha roto en mil pedazos; y los culpables ya no pueden ser los que pueden rehacer el modelo.
 
Cataluña es un desastre político. Y sí los Maragall, Carod Rovira, Mas y compañía siguen empeñados en mantener su protagonismo el resultado final puede ser dramático. La sociedad catalana –ya veremos– debería rebelarse ante los que han sido sus explotadores. Tienen que reclamar el final –no de un ciclo– sino de un modelo. Y el nuevo Estatuto –mire usted por donde– ha quedado en papel mojado. Con esta gente no se puede llevar a cabo una reforma; son ellos los que necesitan un reformatorio, y aún así son auténticamente incorregibles.

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