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De Atocha a Nueva York

El gobierno debería reflexionar seriamente sobre lo que está haciendo, desde el diálogo con ETA al concepto de Alianza de Civilizaciones. Los bárbaros no es que estén a las puertas de nuestra ciudad, es que ya están dentro

A pocos días de que el Club de Madrid y el gobierno de ZP celebren la victoria socialista del 14-M, acaba de conocerse que los terroristas que atacaron los trenes el 11-M y se suicidaron en Leganés contaban con un disquete en el que se detallaba un ataque similar, pero en lugar de las líneas de cercanías de Atocha, el objetivo era la Grand Central Station en Nueva York. El dato no es baladí.
 
En primer lugar, porque echa por tierra la suposición que tanto ha favorecido al actual gobierno socialista de que los terroristas no tenían nada que ver con redes internacionales, sino que eran el producto de una mala integración en nuestro sistema social. Vamos, que eran una panda de emigrantes descontentos de su suerte y frustrados por la falta de expectativas. Con sus planes de atacar de nuevo el corazón de Manhattan parecería que sus planes superaban con mucho el ámbito nacional y que, por tanto, su objetivo último, su particular yihad no se acababa ni se limitaba a golpear al gobierno del PP.
 
En segundo lugar, sus planes para golpear en Estados Unidos desvincula en gran medida su ataque en Madrid de la postura del gobierno de José María Aznar sobre la intervención militar para derrocar a Saddam Hussein en Irak. De hecho, los posteriores intentos frustrados (línea del ave y audiencia nacional) deberían haber bastado para concluir que su ambición violenta no se paraba con la retirada de Irak. Planear un ataque en Nueva York supera con mucho el problema de Irak. Sería más bien una emulación del 11-S, un ataque que nada tuvo que ver con la actuación occidental contra Sadam, sino que se produjo a causa del odio y el miedo de Bin Laden a los valores occidentales. Odio porque no pueden tolerarlos. Miedo porque son consciente de su atractivo incluso para los árabes, como se está viendo estos días tras la celebración de las elecciones libres en Irak.
 
En esa medida, y en tercer lugar, estos planes ponen dramáticamente de relieve que el apaciguamiento no funciona. Y que una política de integración social distintas tampoco lo va a hacer. Intentar dialogar con los terroristas siempre es interpretado por ellos como un signo de nuestra debilidad, por lo que en lugar de propiciar un cambio en su actitud se les está potenciando su sed de horror y sangre.
 
El gobierno debería reflexionar seriamente sobre lo que está haciendo, desde el diálogo con ETA al concepto de Alianza de Civilizaciones. Los bárbaros no es que estén a las puertas de nuestra ciudad, es que ya están dentro. No querer verlo no sólo es irresponsable, sino que es suicida en el largo plazo.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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