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Jorge Vilches

Piqué en río revuelto

La alianza más o menos directa con Carod-Rovira es inocua para ZP y sus socialistas, pero mortal para las ambiciones electorales de Rajoy

La moción de censura del próximo 10 de marzo va encaminada a mostrar la debilidad del principal partido de la oposición en Cataluña, CiU. El PP de Piqué quiere crecer a costa de Convergencia dando a entender al electorado catalán que es la opción del centro derecha, con las manos limpias, y que defiende un nacionalismo moderado. Porque Piqué no va a prescindir de un suave discurso catalanista. Lo cree imprescindible tras 25 años de gobierno nacionalista. Es lo mismo que le ha pasado al PSE. La sociedad civil y la política han vivido casi tres décadas de inmersión nacionalista, y la referencia identitaria regional ya es un elemento ineludible para cualquiera con ambición electoral.
 
El PSC de Maragall no saldrá en ningún caso bien parado. El ardid de presentarse envuelto en la señera no vale porque Carod-Rovira le ha tachado de antiguo, y flirtea con CiU, e incluso se entrevista con Piqué. Los republicanos, sin mirar a Maragall ni a Mas, votarán sin entusiasmo contra la moción de censura, en una equidistancia que les hace poderosos. Esto, desde luego, no reforzará al gobierno tripartito. Las torpezas verbales del presidente de la Generalitat tampoco le van a granjear mayor apoyo popular, ni siquiera recurriendo a las rancias soflamas de defensa contra la derecha. Y para cuadrar la jugada, la dirección del PSOE ha avisado a Maragall de que España no está en un periodo constituyente, que no se revisará el artículo 2 de la Constitución y que la solidaridad entre regiones es un principio irrenunciable.
 
La querella de CiU, además, es inútil en el fondo porque sería debatir la corrupción de los gobiernos convergentes, y en la forma porque Maragall es aforado. Y esto juega a favor de Piqué. Su PP aparecerá como la forma honesta del centro derecha nacionalista moderado. El proyecto de Estatut agoniza, la legislatura está muerta, y dos de los partidos parlamentarios, CiU y PP, piden el adelanto electoral. Hasta aquí, la estrategia de los populares catalanes parece adecuada a sus intereses, pero ¿y el día después?
 
¿Y si Piqué estuviera trabajando para que en Cataluña hubiera un tripartito distinto? La moción de censura es una pieza más para mostrar la disponibilidad del PP catalán a un acuerdo con CiU. Pero la coalición que lidera Artur Mas no gobernaría en solitario, sino con ERC. La incompatibilidad electoral entre populares y republicanos impediría que ambos estuvieran en el mismo Gobierno, pero no supondría un obstáculo que el PP fuera su socio parlamentario. Esto no sería gratuito: Piqué podría pedir a cambio a CiU que se sumase al PP en el Senado, y que ERC rompiera con el Gobierno de Zapatero. El golpe al Ejecutivo socialista sería casi definitivo. La oposición senatorial entorpecería, retrasaría y modificaría la política gubernamental, y el PSOE tendría serios problemas para llegar a la mayoría absoluta en el Congreso. Los socialistas estarían bloqueados, y tocados por haber perdido el gobierno de Cataluña, que se ha convertido en el abanderado de la España plural que predica Zapatero.
 
La jugada parece completa. Ahora bien, para los populares catalanes el negocio podría salir redondo, pero sería nefasto para los del resto de España. La alianza más o menos directa con Carod-Rovira es inocua para ZP y sus socialistas, pero mortal para las ambiciones electorales de Rajoy. Y el acuerdo gubernamental con CiU asemejaría un apaño para ocultar la corrupción. El viaje de Piqué a Perpiñán, en definitiva, sería sentar a Rajoy en el banco de la oposición una temporada más. Mejor quedarse en Génova.

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