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Ignacio Villa

La mejilla de ZP

Señor presidente, un incendio es un incendio; y una negligencia política es una negligencia. Querer poner las dos situaciones en el mismo plano sólo puede ser por ingenuidad o por maldad política. Me quedo con la segunda

Ahora resulta que el incendio de la torre Windsor de Madrid es como el hundimiento del Carmelo de Barcelona. El presidente del Gobierno en una de esa piruetas a las que nos tiene acostumbrados pero que ya no se cree nadie ha intentado equiparar un accidente con una negligencia. Y la verdad, llega un momento en que tanta simpleza no es de recibo.
 
Zapatero, que ha pedido solidaridad a los suyos por los desvaríos de Pascual Maragall, ahora se lanza a la demagogia facilona y desliza en el Congreso la comparación mentirosa del Windsor con el Carmelo, cuando son dos historias bien diferentes.
 
El incendio de la torre Windsor es un accidente, y aunque fuera intencionado no tiene ninguna repercusión en la responsabilidad política. Pero el hundimiento del barrio del Carmelo –con quince mil afectados de una forma o de otra– sí que se traduce en una grave negligencia política y urbanística. Una negligencia de tal calibre que ha provocado la mayor crisis política en Cataluña desde la vuelta de la democracia.
 
Con la crisis del Carmelo Zapatero esta demostrando su incapacidad para gobernar. No es una cuestión de conseguir un par de titulares en la prensa o de dar un golpe de efecto más o menos convincente. El Carmelo tiene una gravedad enorme por sí mismo y a esa gravedad hay que sumar toda la polémica suscitada sobre el 3 por ciento que ha salpicado a convergentes y socialitas, poniendo patas arriba a toda la clase política catalana.
 
El presidente del Gobierno ha salido en socorro de Maragall, y con él gran parte de su Gobierno. Una actitud, en parte lógica, pero altamente peligrosa: Zapatero, que sabe que debe mucho a Maragall, intenta ayudar a un presidente catalán que está cometiendo un error tras otro. Además, corre el peligro de que la corriente arrastre a los dos porque Maragall, como se está viendo estos días, no tiene puntos de apoyo. Sus socios están mirando hacia otra parte, dejando al líder socialista en la más absoluta soledad ante sus propios errores. Y Zapatero está dispuesto a poner la cara por él.
 
El presidente del Gobierno está perdiendo fuelle, mucho fuelle. Comparar un incendio con un hundimiento es el síntoma más claro de la torpeza de quien se está quedando sin fuerzas. Señor presidente, un incendio es un incendio; y una negligencia política es una negligencia. Querer poner las dos situaciones en el mismo plano sólo puede ser por ingenuidad o por maldad política. Me quedo con la segunda.

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