Jaime Escudero Amado-Loriga (Zaragoza) me pregunta si sé dar razón de por qué los aragoneses llaman simplemente “aire” al viento fuerte (cierzo). No es privativo de Aragón. En Castilla también se emplea la misma educada equivalencia. Puede ser un resto del temor que daba a los antiguos la mención de los vientos, que estaban personalizados (Eolo, Céfiro, Aquilón, Ábrego, etc.) y podían ser vengativos, malignos. Como el nombre hace a la cosa, llamar “aire” al “ventarrón” es una forma de conjurar el peligro.
Francisco J. González Priego discute mi aseveración de que, cuando el primer apellido es muy corriente, se suele añadir el segundo. Don Francisco aduce el caso de Felipe González, cuyo segundo apellido (Márquez) no se utiliza. Está bien, pero el caso de Felipe González, tan carismático él, ni siquiera necesita el primer apellido. Con “Felipe” basta, al igual que “José Antonio” (Primo de Rivera y Sáenz de Heredia). En cambio, a don Francisco bien que le viene el segundo apellido (Priego). No lo necesita José María Aznar (López). A veces ocurre que la personalidad del sujeto es tal que con el primer apellido basta, aun siendo muy corriente. Es el caso de José Luis Garci (realmente García) o José María García.
Ya de paso, agradezco la precisión que me hace don Francisco sobre la notación numérica: “la separación con puntos, o espacios finos en la buena tipografía, de millares, millones, etc., se aplica a las cifras que expresan números cardinales; los números ordinales, en cambio, se expresan sin separación. Está claro que años, páginas, versos, etc., expresan un orden: por eso no se escriben con puntos [separación de miles]”. Ahora está claro por qué escribimos “el año 2005” y “hace 2.000 años”.
Iñaki Oroz (Pamplona) aclara un matiz en el gentilicio de su ciudad. “Pamploneses” son los naturales de Pamplona. (Añado que también serán los residentes de la vieja Iruña). En cambio, los “pamplonicas” son los pamploneses cuando se visten con el uniforme de fiesta para los sanfermines. Todos contentos.
Fernando Rodríguez Fernández (León) inquiere la razón de que digamos “Santo Tomás, Santo Toribio o Santo Martino” y no la forma “San”, que es la más común. Lo de “Santo Martino” no lo he oído nunca. En castellano decimos “San Martín”. Curiosamente, en femenino se emplea la forma completa de Santa. En masculino la forma apocopada solo figura con Tomás, Tomé, Toribio, Domingo y quizá algún otro. Francamente, ignoro a qué se deben esas excepciones. Espero que algún lector más ilustrado me lo aclare.