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Alberto Recarte

Blues europeo

La comisión europea, ausente como siempre de los grandes debates, sigue haciendo política en lugar de economía; su responsable económico, Joaquín Almunia, se ocupa de recalificar la deuda de Mintra y de flexibilizar el pacto de estabilidad.

Nada nuevo en el frente europeo. Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, pronostica un aumento de entre el 1,2% y el 2% del PIB para la Unión Europea en 2005. Dentro de la misma, Alemania vuelve a reducir su crecimiento, Francia lo mantiene en el tono menor de los que son ricos por herencia, Italia empeora, Portugal se adentra en su cuarto año de crisis y en España los empresarios siguen siendo optimistas, porque la población sigue dispuesta a trabajar, ahorrar y confía en el futuro; lástima de competitividad exterior. Probablemente es una casualidad en la que sólo reparamos los europeístas pero euroescépticos, pero hay dos países, Gran Bretaña y Suecia, que han conservado sus monedas, y en el caso de la corona sueca mantiene unos tipos de interés similares a los del euro, mientras los de la libra esterlina son sustancialmente mayores que los del euro, pero ambos destacan positivamente en este panorama depresivo. Y, por si fuera poco, el primero tiene un gasto público en torno al 38% del PIB y Suecia refuerza su dudoso liderazgo europeo, y probablemente mundial en este capítulo, al sobrepasar el gasto público el 60% del PIB. Sólo les une el haber rechazado la moneda única. Pero, repito, será una casualidad el que ambos países vayan bien.
 
La semana pasada fue especialmente penosa para Alemania. Los malos resultados del cuarto trimestre de 2004, con un crecimiento negativo del PIB, se tradujeron en un crecimiento anual del 1,6% en lugar del 2% que se anticipaba. Tanto el FMI como la OCDE han rebajado sus previsiones para 2005 hasta el entorno del 1%. La comisión europea, ausente como siempre de los grandes debates, sigue haciendo política en lugar de economía; su responsable económico, Joaquín Almunia, se ocupa de recalificar la deuda de Mintra y de flexibilizar el pacto de estabilidad, para seguir acomodando los déficits públicos de Alemania, Francia e Italia, entre otros. Mientras, en Estados Unidos, con un déficit público del 3,6% del PIB en 2004, –inferior al de Alemania y Francia– se ha presentado un presupuesto más exigente para este año –a pesar de los gastos en defensa– y Alan Greenspan eleva sus críticas al tamaño del déficit. Europa es diferente. Aquí todo es política. Aquí, como denuncia Jurgen Donges, estamos volviendo al keynesianismo hidráulico. El empleo y el futuro no interesan a los gobernantes.

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