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Amando de Miguel

Chateos y otros neologismos

Luis Barge participó en el último chateo conmigo en LD y me pide que opine sobre la cuestión de los límites que deben ponerse a las opiniones así vertidas. Soy un novicio intonso en ese menester del chat o chateo. Sin embargo, me parece que está bien que haya un bucle con el fin de evitar agresiones verbales, obscenidades, y otras desagradables contumelias. Por lo demás, la experiencia me parece apasionante. Tanto es así que la repetí el día 10. Ya contaré algunas cosas del lance.
 
Pablo-César Rodrigo Pérez (Madrid) me pide mi opinión sobre los emoticonos. El Diccionario LID los define como “agrupación de caracteres ASCII [American Standard Code for Information Interchange] cuyo propósito es comunicar un estado de ánimo. Se utilizan comúnmente en los mensajes transmitidos por correo electrónico”. Por ejemplo :-) = sonrisa, :- ( = tristeza (véanse verticales). Mi opinión particular es que se trata de una moda efímera y pueril, propia de la etapa primigenia en la que la internet aparece como un juego. De perdurar un código como ese, acabaríamos con diez mil años de civilización basada en el alfabeto y volveríamos a la primitiva escritura jeroglífica. De paso, me sugiere don Pablo-César que en LD se publique un índice de las voces tratadas en este corralillo. Traslado la iniciativa a Javier Rubio. De momento, en el libro que va a publicar La Esfera con los artículos del año 2004, se incluye un índice de esas voces. Ha sido una buena sugerencia la de don Pablo-César.
 
Luis María Merino Peñacoba me hace una “pequeña corrección”, aunque sustantiva, a la comparación que yo hacía entre la internet y el cerebro. Don Luis María sostiene, con razón, que las neuronas se comunican unas con otras pero solo con algunas. En cambio ─continúa─ “en internet” (prefiere apear el artículo) cada terminal se puede comunicar con todos los demás. Por tanto, cabe la designación de “red de redes”. Solo una minúscula objeción por mi parte. En la práctica un ordenador se comunica solo con una fracción muy pequeña de los otros ordenadores enredados en la gran red. La prueba es que en un chateo queda una lista de visitantes sin poder participar. Otra cosa; si decimos la red, no sé por qué hay que privar a la internet del artículo. El que no lo lleve en inglés no es razón.
Javier Gamero protesta por el uso que hacemos de nick. Razona: “¿Por qué no llamarlos alias?”. Porque alias resulta vulgar y desdeñoso. Podría ser apodo, pero a veces es humorístico. Mote es francamente despreciativo. Hipocorístico es el otro nombre familiar, pero no sirve mucho fuera de ese círculo. Pseudónimo es también el otro nombre, pero se restringe a la esfera artística o literaria. Total que bienvenido el nick a los efectos de los mensajes electrónicos. A veces lo de nickear es una pesadez o un juego infantil.
 
Carlos M. Padrón (canario de nación y residente en Venezuela) aporta algunas otras peculiaridades léxicas de Canarias. Está la palabra mago (= campesino), pero también persona que se viste con el traje típico. En el pueblo de don Carlos se cultiva la papa utodate (= up-to-date, temprana), que sirve para semilla. Don Carlos me confirma que en Venezuela se utiliza mucho el dizque con el sentido irónico que yo le daba aquí en otro escrito.
 
No hay que ser muy melindrosos a la hora de adaptar al español los voquibles extranjeros de difícil grafía o pronunciación. Recordemos que los niños españoles llamaron Mambrú a nuestro aliado, un tal Marlborough.
 
Hay más ejemplos de adaptaciones de palabras foráneas. Sandra Bonilla dice que en Asturias a una manzana muy especial la llaman pero mingán. Es una adaptación de la manzana Real de Birmingham. En cambio a doña Sandra le molesta que utilicemos el barbarismo de jugar un papel en lugar de “representarlo”. Tendrá su origen en Francia, pero lo de “jugar un papel” me parece que encaja muy bien en la estructura del castellano. Después de todo, la representación escénica es una especie de juego. Es una pena que no hayamos aceptado la importación completa y los españoles no “juguemos al piano” o a cualquier otro instrumento musical. Aquí no se juega, se toca un instrumento musical. Lo que condiciona mucho nuestra endémica pobreza en el terreno de la Música.
 
J. Daniel López Salazar (Valladolid) aporta unas curiosas derivaciones del francés para algunos objetos del oficio carpintero.Berbiquíno es árabe como parece sino una deformación del francésvilebrequin(= cigüeñal), que es la forma helicoidal que toma la punta de esa herramienta. Elsargentoen carpintería es “una prensa de mano para la sujeción de piezas destinadas a ser trabajadas”. Se deriva del francésserrer(= apretar) yjante(pletina). Francamente curioso. ¡Y luego se quejan de miemilio! Lo de formar una palabra como la corrupción de otra foránea difícil de pronunciar es el pan nuestro de cada día en la formación de los idiomas. Todas las voces fueron neologismos alguna vez.

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