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Emilio J. González

El milagro de Rivero

Si hace cinco años alguien le hubiera dicho al ya por entonces feliz accionista de Bami que, con el tiempo, participaría en el capital de la primera inmobiliaria europea, con todo lo que ello implica para sus acciones, no lo hubiera creído

El miércoles por la tarde, un inversor particular comentaba en uno de los chats de las múltiples webs sobre Bolsa que pueblan internet las enormes plusvalías que lleva acumuladas con las acciones de Bami –hoy Metrovacesa- que compró hace años. Su historia parece sacada de la novela El hombre de los dados, de Luke Rinehart, en la que uno de los sueños -muy americano, por cierto- del protagonista y su pequeño círculo de amigos es encontrar esa empresa que, con el paso del tiempo, va a multiplicar y multiplicar el valor de sus acciones. Quien tuviera acciones de Bami hace cinco años, puede decir que él sí ha visto cumplido ese sueño, gracias al presidente de la compañía, Joaquín Rivero, auténtico hacedor del milagro.
 
Bami era una pequeña inmobiliaria, muy saneada pero de escaso tamaño, hasta que Joaquín Rivero decidió embarcar a la compañía en una operación que, a priori, parecía mucho más que osada pero que está dando sus frutos: la toma de control de Metrovacesa y la posterior fusión con ella. Cuando empezó este proceso, en junio de 2002, al adquirir Bami el 24% de Metrovacesa en manos del BBVA, la pequeña inmobiliaria ya se había convertido en el deleite de sus accionistas, ante las importantes ganancias en su cotización que había acumulado a lo largo de los años anteriores. Pero lo que vendría a continuación sería más espectacular: la toma de control de una empresa más grande que Bami y la posterior fusión con ella un año después, con Joaquín Rivero al frente de la operación y de la compañía fusionada, que mantuvo el nombre de Metrovacesa.
 
La cosa, sin embargo, no fue fácil. Antes se habían producido las tomas de control de Vallehermoso y Dragados por parte de Sacyr y ACS, lo que suscitó serias preocupaciones en el sentido de cómo una compañía con una participación en el capital de otra de apenas el 25% se hacía con su control total. Las cosas llegaron hasta tal punto que el Gobierno del PP modificó la normativa vigente para obligar a quien quisiera nombrar consejeros o tomar el control de una compañía en operaciones similares a lanzar una OPA sobre el 50% e, incluso, el 100% del capital. Además, y por si esto fuera poco, en medio del proceso de fusión de ambas compañías, Joaquín Rivero tuvo que afrontar una OPA del grupo italiano Caltagirone sobre Metrovacesa. De todo salió victorioso.
 
Al presentar la compra del 24% de Metrovacesa y sus planes para la compañía, Joaquín Rivero insistió una y otra vez en que, con las capacidades de gestión demostradas por Bami, iba a conseguir crear bastante valor para el accionista de Metrovacesa. Los mercados, sin embargo, dudaron en un principio de sus palabras, pero en cuando empezaron a publicarse los resultados de la Metrovacesa fusionada, en los que, trimestre a trimestre se apreciaba la mejora de márgenes empresariales, la opinión de los inversores profesionales cambió hasta tal punto que la acción de la compañía fue una de las que mejor se comportó en 2004 y estaba haciendo lo mismo este año, con una ganancia antes del anuncio de la compra de la francesa Gecina de casi el 15%.
 
Para los accionistas de Metrovacesa, ahora puede haber llegado otro momento para soñar, después de que el año pasado la empresa perdiera la carrera por hacerse con la también inmobiliaria francesa SFL a manos de Colonial. La compañía española se encuentra entre las diez primeras inmobiliarias de Europa. Si culmina con éxito la compra de Gecina, será la primera. Tamaño, sin embargo, no es sinónimo en sí mismo de rentabilidad, sobre todo cuando Metrovacesa paga un precio elevado por la segunda inmobiliaria francesa, una operación que ya había anunciado a finales de 2004, aunque sin ponerle nombre y apellidos, que la acción de Metrovacesa ya había incorporado en su precio. Lo importante, en este caso, es lo que aporta Gecina a la inmobiliaria española, que es mucho.
 
De entrada, el negocio de Gecina está muy centrado en los alquileres, con lo que su incorporación a Metrovacesa, cuyo núcleo central es la promoción inmobiliaria, reduce la dependencia de los resultados de la compañía de la marcha del ciclo económico, un aspecto que cobra especial importancia si se cumplen los pronósticos incluidos en los últimos informes sobre el precio de la vivienda, que hablan de desaceleración, lo mismo que los indicadores económicos del sector. Además, Metrovacesa contaría con una ventaja importante que no se produce en España y es el hecho de que, en Francia, cuando una compañía dedicada al alquiler de inmuebles destina el 80% de sus beneficios a retribuir a los accionistas, se beneficia de un trato fiscal muy favorable, cosa que no sucede en nuestro país. Además, la adquisición de Gecina proporciona a Metrovacesa una plataforma inigualable para penetrar en uno de los mercados inmobiliarios más importantes de Europa, el francés, desde la que puede acometer nuevos proyectos, tanto en nuestro vecino del otro lado de los Pirineos como en otros lugares de Europa, sobre todo en los Estados del este a los que les caerá una lluvia de millones de euros a partir de 2007 en forma de fondos europeos.
 
Si hace cinco años alguien le hubiera dicho al ya por entonces feliz accionista de Bami que, con el tiempo, participaría en el capital de la primera inmobiliaria europea, con todo lo que ello implica para sus acciones, no lo hubiera creído. Hoy ya puede empezar a sacar la calculadora para tratar de estimar, si puede, lo que valdrán sus acciones antes de que termine la década.

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