Menú
Francisco Cabrillo

Los extraterrestres de Nash

Todos los testimonios parecen señalar que el auténtico Nash era, desde joven, un tipo poco simpático y de mal carácter, bastante alejado del bondadoso enajenado que protagoniza la película

En el mundo de las ciencias sociales no resulta siempre fácil determinar quién es economista y quién no lo es. John Nash ganó el Premio Nobel de economía; pero si en alguna profesión hay que clasificarlo sería en la de matemático. Lo que no es obstáculo, desde luego, para que sus trabajos sobre teoría de juegos hayan influido de forma fundamental en el desarrollo de la teoría económica de las últimas décadas del siglo XX. Pocos conceptos se utilizan hoy, en efecto, con más frecuencia en economía que el de equilibrio de Nash, que define una situación en la que ninguna de las partes implicadas en una determinada relación o mercado pueden mejorar su situación, dadas las estrategias de la otra parte; es decir, se incorpora la idea de que todos estamos pendientes no sólo de lo que está sucediendo, sino también de las reacciones posibles a modificaciones de nuestra actual estrategia.
 
John Nash tuvo una personalidad extraña desde su infancia. Nacido en 1928 , era a los veintidós años doctor en matemáticas por la universidad de Princeton, que en aquella época tenía, seguramente, el mejor departamento de matemáticas del mundo. Su futuro parecía entonces prometedor. Con menos de treinta años fue profesor de matemáticas en el MIT e investigador en la RAND Corporation, institución ésta que llegó a concentrar muchas de las mentes más brillantes de los Estados Unidos en la década de 1950. El año 1958 marcó el apogeo de su prestigio, al ser uno de los candidatos con más posibilidades de obtener la prestigiosa medalla Fields. Y resulta interesante señalar que, para lograr este objetivo, Nash dejó de trabajar en el tema por el que ha pasado a la historia de la ciencia –la teoría de los juegos– entre otras razones porque los matemáticos no parecen haber tenido nunca en especial estima esta teoría. Lo que hizo en los años inmediatamente anteriores a su candidatura a la medalla Fields fue investigar sobre problemas de ecuaciones diferenciales, tema que inspiraba bastante más respeto y prestigio en el ámbito de su profesión.
 
A pesar de sus esfuerzos, no consiguió lo que tanto deseaba y su suerte pareció cambiar. Tal vez el fracaso fue un golpe demasiado duro, que nunca logró superar; o tal vez, la esquizofrenia que arruinó su vida habría aparecido en cualquier caso. Lo cierto es que, en los años siguientes, Nash comenzó un largo calvario de desequilibrios mentales, en el que se veía dominado por ideas absurdas de todo tipo. Pero ninguna más extraña que su obsesión por entablar contactos con extraterrestres, interpretando en clave de mensajes secretos noticias y anuncios de la prensa norteamericana para tratar de descubrir lo que querían decirle los habitantes de otros planetas. Internado en diversas ocasiones, en su propia casa otras veces, pasó muchos años fuera del mundo real y sólo empezó a recuperarse ya avanzada la década de 1980. Afortunadamente, en 1994 se encontraba lo suficientemente bien como para recibir el premio Nobel personalmente y hacer un digno papel en todas las ceremonias que acompañan la entrega. La mala fortuna de Nash no había terminado, sin embargo. Tras la curación, su lucha contra la esquizofrenia tuvo que continuar, ya que su propio hijo, con el que aún vive en Princeton, se convirtió en víctima de esta terrible enfermedad mental.
 
Hace unos años el cine de Hollywood dedicó una película a nuestro personaje “Una mente maravillosa”, basada en una excelente biografía escrita por Sylvia Nassar, una periodista del New York Times especializada en información económica. La película se aleja, sin embargo, bastante de la realidad al ofrecer una versión un tanto edulcorada de un hombre tan complejo. Todos los testimonios parecen señalar que el auténtico Nash era, desde joven, un tipo poco simpático y de mal carácter, bastante alejado del bondadoso enajenado que protagoniza la película. En ella, algunos episodios cruciales en su vida son cuidadosamente silenciados; el más importante de los cuales es, sin duda, el hijo que tuvo con una enfermera, del se desentendió desde su nacimiento, y al que ni siquiera hizo caso cuando tuvo que ser dejado en acogimiento por su madre, tras sufrir ella una crisis nerviosa al encontrarse sola con un bebé y sin empleo. Tampoco debió parecer a los guionistas que al espectador norteamericano le gustaría ver a su personaje deseando renunciar a su nacionalidad y convertirse en apátrida, extraña obsesión que nuestro personaje tuvo durante algún tiempo. Y los extraterrestres que escribían mensajes ocultos en las páginas del New York Times pasaron a ser espías rusos en la versión de Holliwood.
 
Nadie puede poner en duda la excepcional inteligencia de Nash y el valor de sus aportaciones a la ciencia económica de nuestros días. Pero resulta claro que su particular biografía le hace merecedor de ocupar una plaza en esta serie de historias.

En Libre Mercado

    0
    comentarios