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Ignacio Cosidó

La ruina ideológica de la izquierda

La alianza de la izquierda con el nacionalismo para derribar al PP ha contaminado hasta tal punto a los socialistas que la línea ideológica que los separa se ha difuminado

Felipe González arrió la bandera del marxismo en el PSOE a finales de la década de los setenta. Con esa claudicación ideológica prestó sin duda un gran servicio a España, pero de forma muy especial a su propio partido. El PSOE se situó desde ese momento en una socialdemocracia que tenía como dos principios básicos la igualdad y la libertad. Treinta años después, Zapatero pretende arriar esa bandera e izar una nueva, la del socialnacionalismo, sobre dos principios alternativos: el nacionalismo y el radicalismo.
 
El compromiso del PSOE de Felipe González con la democracia arranca de la propia experiencia histórica de los socialistas en el exilio y en el interior durante el régimen de Franco. La lucha por la democracia se convirtió en la gran arma para acabar con la dictadura y poder volver así como partido al juego político. Esta defensa de la democracia llevó al PSOE a solidarizarse con otros pueblos oprimidos en su lucha por la libertad. Es cierto que siempre atacó con mucha más virulencia los autoritarismos de derechas, como el Chile de Pinochet, que a los totalitarismos de izquierda, como la Cuba de Castro. Pero en los años de gobierno de González nunca se buscó la complicidad con las dictaduras comunistas de la Europa del Este. En la división entre democracias y tiranías, el PSOE de Felipe siempre supo situarse del lado de la libertad.
 
El PSOE de Zapatero parece haber claudicado de esta defensa universal de la democracia. Tenemos varios ejemplos, pero el más llamativo es la defensa activa que está ejerciendo el Gobierno español de la dictadura cubana. Así, España está maniobrando todo cuanto puede en la Unión Europea para levantar las sanciones contra Castro. Pero aún más, desde la izquierda social se está montando una campaña de apoyo y reivindicación de este sangriento anacronismo histórico poco menos que como reserva espiritual de la izquierda y faro ideológico del socialismo universal. Es lamentable observar cómo el PSOE dilapida su patrimonio de partido democrático con una acción de gobierno que parece haber hecho de la alianza con las tiranías el eje fundamental de su política exterior. Es triste ver cómo el gobierno de un partido históricamente comprometido con los derechos humanos se dedica ahora a armar a un régimen digno de toda sospecha, como el autoritarismo bolivariano de Chávez, defiende activamente levantar el embargo de armas a China o evita incomodar a Putin en su deriva autoritaria.
 
Pueden esgrimirse tres razones para explicar esta involución del socialismo español. En primer lugar, la generación de dirigentes actuales no vivió la clandestinidad y probablemente haya perdido la referencia de lo que significan la libertad y la tiranía. En segundo lugar, el zapaterismo se mueve en un relativismo moral absoluto en el que el bien y el mal se definen más en función de los intereses, esencialmente de las rentas electorales, que por ningún otro principio. Finalmente, este es un gobierno asentado sobre el rencor a Aznar y en el rechazo a Bush, adalides ambos de la defensa de la libertad. Ese rencor les impide ver las implicaciones de situarse al lado de las tiranías.
 
El segundo principio del que parece claudicar el PSOE de Zapatero, entre los estruendosos bramidos del ministro Bono, es el de la igualdad. La alianza de la izquierda con el nacionalismo para derribar al PP ha contaminado hasta tal punto a los socialistas que la línea ideológica que los separa se ha difuminado. Maragall o Patxi López han dejado de ser socialistas para pasar a ser nacionalistas de izquierda. Las exigencias de ERC para firmar un pacto de legislatura, como la publicación de las balanzas fiscales entre comunidades o la revisión del modelo de financiación, rompen de forma estrepitosa con el principio ideológico de igualdad y solidaridad que se encuentra en el origen mismo del pensamiento socialista.
 
Esta deriva nacionalista de Zapatero, criticada desde dentro no sólo por Bono, sino por el conjunto del socialismo andaluz, extremeño y manchego, tiene como única justificación la necesidad de mantenerse en el poder a toda costa, pero a largo plazo no sólo supone la quiebra ideológica y territorial del PSOE, sino que puede resultar letal para el gran caudal de votos que históricamente ha recibido el PSOE de esas regiones menos desarrolladas.
 
Este gran vacío ideológico en el que se asienta el PSOE de Zapatero justifica la obsesión de su Gobierno por remover de forma irresponsable las heridas del pasado. Ese retrotraerse a nuestras experiencias más dolorosas no busca sólo ocultar con humo sus actuales carencias, sino sobre todo buscar en el pasado las señas de identidad, más basadas en sentimientos que en ideas, que a pasos agigantados está perdiendo el PSOE como proyecto de futuro.      

 
Ignacio Cosidó es senador del Partido Popular.

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