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José García Domínguez

Tres palabras

Debe pronunciarlas, sólo son tres palabras. “Batasuna es ETA”. Así de sencillo, así de imposible

“Nunca os traicionaré”. Ésas son las tres palabras, sólo tres, que el presidente del Gobierno tiene la obligación moral de pronunciar delante de las víctimas del terrorismo de ETA. Únicamente tras decidirse a dar ese pequeño paso, Zapatero restará legitimado para emprender todos los demás, los que precisos en la búsqueda de una salida al problema policial que se apellida ETA. “Nunca os traicionaré”. Bastará con que su secretaria dé con el hueco en la agenda que jamás encuentra cuando se trata de dialogar con la Asociación de Víctimas del Terrorismo, y que lo repita. Que diga, simplemente, “Nunca os traicionaré”. Así de sencillo, así de arduo.
 
“Cumpliré la Ley”. Ésas son las otras tres palabras, sólo tres, que Zapatero está llamado a susurrar al oído de su mano derecha, Pérez Rubalcaba, cada vez que le oiga anhelar que los miembros de lista blanca de Batasuna-ETA puedan acudir a las urnas, puedan disponer de los datos del censo, puedan recibir subvenciones públicas, puedan gozar de inmunidad parlamentaria, puedan mandar a policías, y puedan dar órdenes desde un gobierno. “Cumpliré la Ley”. Así de sencillo, así de improbable.
 
“Convocaré el Pacto”. Son tres palabras, sólo tres, que deberíamos escuchar inmediatamente en boca del presidente. Porque la firma del Pacto Antiterrorista ha sido el único gesto de estadista que Zapatero ha realizado en toda su vida política, el único en el que concedió orillar los intereses electorales de su partido en beneficio de la Nación. Y cuando dibujó su rúbrica al final de aquel escrito, sabía que comprometía su honor en cada una de sus cláusulas. En todas, también la que impone la reunión formal de los integrantes a instancia de cualquiera de ellos. “Convocaré el Pacto”. Así de sencillo, así de difícil.
 
“Ellos están mintiendo”. Ellos, el etarra y la etarra, los del Nobel, tío, el de la Paz, tío. El presidente debe decirlo. Él, no otro. Zapatero tiene que ser capaz de vocalizar esas tres palabras. Sólo tres vocablos frente a mil muertos. Mil. Debe hacerlo para que podamos empezar a confiar en él, para que empecemos a creerle. Para que no sintamos que su valor fue inútil, que su dignidad fue inútil, que su muerte fue inútil “Ellos están mintiendo”. Así de sencillo, así de inverosímil.
 
“Batasuna es ETA”. También palabras, también tres. También lo sostiene el Tribunal Supremo en sentencia firme. También lo corrobora la Unión Europea. Sólo palabras, tres, mas el nudo gordiano de toda la cooperación internacional en el combate contra el terror nacionalista. Y él tampoco accede a decirlo. Debe pronunciarlas, sólo son tres palabras. “Batasuna es ETA”. Así de sencillo, así de imposible.

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