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El fracaso del Eurofighter

El fracaso ha sido doble. Hoy tenemos un avión para enfrentarnos a un enemigo que no existe y la industria europea de defensa se encuentra tecnológicamente aún más lejos de la norteamericana

Los ministros de Defensa de Alemania, Italia, Reino Unido y España aprobaron esta semana en Madrid la denominada segunda trancha de fabricación del avión de combate europeo EF-2000, lo que supondrá un coste adicional superior a los 16 mil millones de euros. El Eurofighter es un programa heredado de la guerra fría que debió ser cancelado hace mucho tiempo. Su desorbitado coste no se justifica ni en términos de necesidad estratégica ni en términos de capacidad tecnológica. Los intereses industriales y la inercia burocrática han pesado más, sin embargo, que los intereses generales de los países participantes. Es un claro ejemplo de cómo perseverar en un error no supone más que agrandarlo con el tiempo.
 
El EFA es un programa que tiene su origen en el año 1977. El objetivo del programa era doble. Por un lado, se trataba de contar con un avión para hacer frente a las fuerzas aeroterrestres del Pacto de Varsovia en el caso de que lanzaran su temida ofensiva en el entonces decisivo Frente Central. Por otro, se intentaba repetir en el terreno militar la experiencia de Airbus, generando una industria aeroespacial de defensa capaz de competir con las grandes corporaciones estadounidenses. El fracaso ha sido doble. Hoy tenemos un avión para enfrentarnos a un enemigo que no existe y la industria europea de defensa se encuentra tecnológicamente aún más lejos de la norteamericana de lo que estaba antes de comenzar el proyecto.
 
El modelo industrial por el que se ha desarrollado el programa es tan caro como ineficaz. Cada país debe desarrollar y construir un porcentaje de cada parte del avión equivalente a su participación financiera del mismo. Este mecanismo ha disparado los costes y ha generado una burocracia responsable de continuos retrasos en el programa. Las empresas más eficientes se han visto lastradas por aquellas otras que tenían derechos políticos adquiridos sobre determinados componentes.
 
Los constantes retrasos han hecho además que el avión haya quedado conceptualmente obsoleto incluso antes de entrar plenamente en servicio. El factor más decisivo es que el avión no incluye ninguna tecnología stealth y, por tanto, no tiene ninguna capacidad furtiva. Esta capacidad resulta vital para poder sobrevivir en el campo de batalla aéreo actual.
 
La mejor prueba del fracaso de este avión es que tan sólo existen 18 unidades pedidas al margen de los países que participan en el programa. Además de este insignificante pedido de Austria, hay algún otro país que se ha interesado en el avión, pero las posibilidades de que se firmen nuevos contratos son cada vez menores.
 
Una segunda prueba del fracaso es que dos de los participantes en el programa, Reino Unido e Italia, se han apuntado al proyecto norteamericano de avión de combate JSF. Por el contrario, ninguna compañía europea se ha planteado lanzar un proyecto post-EF2000 en la seguridad de que sus gobiernos están suficientemente escarmentados como para simplemente pensar en ello.
 
El EF-2000 es en definitiva un proyecto que lastra en gran medida las necesaria transformación de las Fuerzas Armadas europeas. Su enorme coste impide que las nuevas necesidades puedan ser satisfechas con programas verdaderamente innovadores y adaptados a las necesidades estratégicas actuales. El mantenimiento del programa demuestra que las políticas de defensa en Europa están más al servicio de los intereses de los grandes grupos industriales que de la seguridad de sus sociedades.

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