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Juan Manuel Rodríguez

Los leucocitos merengues de Fabio Capello

Dice que lleva al Real Madrid en la sangre... ¡Pues le habrán hecho una transfusión durante los últimos cinco años sin que nos hayamos enterado el resto!... ¡Pero si sólo estuvo aquí diez meses!

He de admitir que este Fabio Capello es un auténtico vendedor ambulante de crecepelo. Primero amagó con aquello tan rocambolesco, pero que sin embargo tuvo el indudable efecto beneficioso de hacernos reír a todos a mandíbula batiente, de que tenía la camiseta blanca tatuada en su piel, y ahora nos amenaza con que lleva al Real Madrid en la sangre... ¡En la sangre, ni más ni menos!... ¿Pero esto que es, un repaso al cuerpo humano?... Me hago cruces pensando en lo que nos estará preparando este hombre para la próxima ocasión... ¿Leucocitos con el rostro del presidente Santiago Bernabéu?... ¿Glóbulos rojos cantando a coro el himno del centenario de Plácido Domingo?... ¿Células que, vistas al microscopio, saltan cada siete minutos con eso de "illa, illa, illa, Juanito maravilla"?
 
Hay que reconocer que el orate italiano con el "Txistu" tatuado no tiene ningún desperdicio. Ya supuso una auténtica vergüenza que, después de darle a Lorenzo Sanz con la puerta en las narices, continuara vendiendo por ahí, un año después de su tocata y fuga, que el equipo que logró la séptima Copa de Europa le pertenecía a él, desacreditando así el trabajo del entrenador alemán Jupp Heynckes, un hombre educado que siempre quiso permanecer en segundo plano. Capello debe echar mucho de menos las fabes con almejes y los callitos a la madrileña para hacer un ridículo tan internacional. Dice que lleva al Real Madrid en la sangre... ¡Pues le habrán hecho una transfusión durante los últimos cinco años sin que nos hayamos enterado el resto!... ¡Pero si sólo estuvo aquí diez meses!
 
Y si lo de Capello resulta histriónico, lo que viene sucediendo últimamente con nuestra selección de fútbol es ciertamente lamentable. En vez de preocuparse del partido esencial contra Serbia, Luis Aragonés tiene que ir por ahí tapando agujeros de corte nacionalista, reuniéndose con jugadores para que le aclaren si ellos son o no son de los nuestros. Primero nos cogió por sorpresa lo del nihilista Oleguer, y ahora parece que a Del Horno tampoco le gusta que le hagan demasiadas fotos con la bandera de España. Y en pleno esperpento valleinclanesco aparece el sindicalista Movilla para realizar una declaración universal en favor de los derechos individuales de los futbolistas. Le pregunto al jefe de los jugadores: ¿quién ha cuestionado los derechos de nadie?... Aquí de lo que se trata, querido Gerardo, es de impedir que España juegue con diez el próximo miércoles porque, y esto que quede entre tú y yo, la verdad es que no estamos para demasiadas chulerías. Las bromitas, en casita. Y los experimentos con gaseosita.

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