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José María Aznar

La farsa de la autodeterminación

Seguramente no podía ser de otra manera, ya que el esfuerzo libre y racional de un hombre honesto no puede aceptar lo inaceptable, ni comulgar con ruedas de molino

Sentado frente a un papel en blanco, resulta verdaderamente difícil expresar en su orden todas las ideas que me asaltan a la hora de redactar el prólogo que me solicita Santiago Abascal Conde. Es preciso, por una parte, dejar que la razón responda al poderoso estímulo intelectual que resulta de la atenta lectura de sus páginas. Por otra, el corazón expresa sus propias respuestas ante otros estímulos igualmente potentes, pero que apelan más bien al mundo de los valores y de las convicciones. Al fin y al cabo, se trata de presentar e introducir al lector un trabajo sólido y riguroso, pero un trabajo cuyo sentido último no podría entenderse prescindiendo del anhelo de libertad que lo inspira.
 
Cuando Santiago Abascal Conde me pidió que escribiese estas pocas páginas, sabía que yo no podía negarme. Pero, lo que es más, también sabía que no querría. Porque a estas alturas de la vida, uno puede perfectamente permitirse ciertos lujos. Como el de decidir a qué quiere dedicar su tiempo. Y Santiago Abascal Conde sabe que hay causas para las que mi respuesta siempre ha sido, y va a seguir siendo, que sí. Un sí rotundo, solidario, auténtico, sentido, y convencido. Un sí a las convicciones que lo impulsan. Un sí a las razones que lo sostienen. A las personas que luchan, día a día, por poder expresarlas, afrontando -muchas veces en una soledad inexplicable- el desprecio, el insulto, el hostigamiento e incluso la violencia física de algunos, ante la aparente indiferencia de quienes están llamados a proteger a todos los ciudadanos.
 
Santiago Abascal Conde es uno de esos luchadores. Como buen Abascal. Como buen vasco, responde a la llamada de Gabriel Celaya y “toma partido hasta mancharse”. Digno heredero y colaborador de otro Santiago Abascal, esta vez Escuza, a quien España, el País Vasco, Álava y Amurrio deben mucho. Ante quien tanto ha dado, ante quien tanto sigue dando, ¿cómo podría yo negar algo tan modesto como lo que se me pedía?
 
Portada del libro de Santiago AbascalDicho eso, también es cierto que más que una petición es una oferta. Porque de pocas cosas puedo estar tan orgulloso como de que el autor de este libro acuda a mí para que se lo presente. Estoy seguro de que él es perfectamente consciente de que hoy existen otras firmas que le abrirían muchas más puertas. De que en el mundo político, pero incluso en otros ámbitos que se dicen intelectuales, seguramente serán bastantes los que no se molesten en leer un libro asociado a mi firma. Y si él está dispuesto a ello, por mí no va a quedar. Especialmente cuando creo que el libro merece la pena, por lo que dice, por cómo lo dice, y por la finalidad con que lo dice.
 
Una finalidad abiertamente declarada desde el principio. No podría ser de otra forma. Como casi siempre ocurre, por otra parte, en el ámbito de las ciencias que se dedican a estudiar, desde diversas perspectivas, la convivencia humana y sus reglas. La Ciencia Política, la Historia de las Ideas, la Teoría del Estado, la Sociología política o el Derecho Constitucional son disciplinas construidas sobre unos sólidos cimientos valorativos. Aunque persigan el conocimiento objetivo de sus respectivos ámbitos de interés, no lo hacen, ni lo pueden hacer, prescindiendo de valores tales como el de la dignidad de los seres humanos, libres e iguales.
 
Y ése es, exactamente, el planteamiento que comparte este libro. Un libro generoso, valiente y comprometido, pero también -como decía antes- sólido y riguroso. Un libro escrito, como afirma su introducción, “en legítima defensa”. En defensa generosa de unos intereses y valores que no son -o no son sólo- intereses o valores personales, sino de un gran sector de la población vasca, que sufre cada día el acoso activo, o simplemente la indiferencia cómplice, de los últimos herederos europeos del etnicismo totalitario. Un libro valiente no sólo porque su autor dice cosas que no gustan a ciertos matones que parecen campar por sus respetos, sino porque justifica y argumenta sólidamente sus verdades, frente a tantas mentiras subyacentes en gran parte del discurso “políticamente correcto” nacionalista.
 
Por todo eso es, además y yo diría sobre todo, la obra de un hombre libre. Un hombre que, ante la injusticia, la mentira y la indiferencia, no opta por la resignación, o por el desistimiento. Sino que recurre a lo más valioso del ser humano, a su condición de hombre libre capaz de pensar por sí mismo, de buscar una justificación racional a sus creencias, y de expresarlas en los términos generalmente aceptados para el debate científico e intelectual, sin miedo a los tabúes definidos por los guardianes de la corrección política. Si otro gran poeta vasco y español, Blas de Otero, decía estar “buscando un verso que supiese / parar a un hombre en medio de la calle”, Santiago Abascal Conde busca una razón capaz de despertar las conciencias de quienes no pueden resignarse a vivir sometidos a un régimen de imposición ideológica tutelada por el terror.
 
Y hay que reconocer que el autor no utiliza sus medios, como otros, para acuñar eslóganes y esgrimirlos como armas arrojadizas. Por el contrario, en una sociedad que tanto manipula y maltrata el concepto de intelecto, sus páginas dan fe de un verdadero esfuerzo intelectual en el más noble y auténtico sentido del término. El de quien intenta profundizar racionalmente en los argumentos propios y ajenos, comprendiéndolos en su exacto sentido para luego criticarlos, asumiéndolos o rebatiéndolos. Un esfuerzo que le lleva a transitar por campos muy distintos, como el del Derecho, la Historia, la Ciencia Política, la Sociología, la Literatura o, incluso, la Economía. Todo al servicio de la verdad, de “su” verdad. Para entender, comprender, apreciar, lo que las palabras significan, y lo que no. Lo que algunos quieren que signifiquen, o que oculten. Lo que suele decirse, y lo que suele callarse.
 
Hay que reconocer igualmente que el resultado de ese esfuerzo merece la pena, porque es excelente. Excelente en su fondo, porque los argumentos que ofrece le permiten justificar plenamente las conclusiones de su trabajo. Seguramente no podía ser de otra manera, ya que el esfuerzo libre y racional de un hombre honesto no puede aceptar lo inaceptable, ni comulgar con ruedas de molino. Pero había que hacer ese esfuerzo y, sobre todo, había que mostrarlo abiertamente, ofreciéndolo a la comunidad intelectual para enriquecer el ámbito del debate público. En ese sentido, y volviendo nuevamente a Celaya, Santiago Abascal ofrece su trabajo como “un arma cargada de futuro”. Y esto, en algunos contextos (como, desgraciadamente, en el País Vasco de comienzos del siglo XXI), es aún más valioso.
 
Y, en mi opinión, el trabajo también resulta excelente en la forma. Como lector, creo que el esquema seguido permite dotar a la argumentación de toda su contundencia. Empezando por definir con rigor científico, y acudiendo a las fuentes más solventes, aquello de que se habla, el derecho de autodeterminación. Siguiendo por el decurso histórico que lleva a la aplicación de este concepto, perfectamente claro en su origen, a un contexto como el vasco, absolutamente ajeno a su propósito histórico, político e intelectual. Deteniéndose a detallar el fraudulento proceso de construcción e imposición de las bases mínimas necesarias para dar apariencia de legitimidad a argumentos falaces, que en cada momento adoptan la forma más conveniente para sus fines. Y concluyendo con la afirmación de que, por encima de pretendidos derechos colectivos de sujetos artificiales, existen derechos individuales inherentes a cada persona, que no pueden ser ignorados ni vulnerados. Frente a la tribu, la ciudadanía. Frente a la exclusión étnica, la inclusión cívica.
 
Pero es que, además, el autor utiliza en su tarea algunos términos especialmente afortunados, por cuanto significan y por cuanto sugieren. Tal vez no todos ellos sean absolutamente originales, pero desde luego no son del dominio público, al menos en el uso que aquí se les da. Y todos sabemos lo importantes que son las palabras en el debate público. Por eso creo que son particularmente destacables expresiones que resultan auténticos hallazgos, como la caracterización del nacionalismo como “hijo no deseado del fuerismo”. O la idea de “la nación imaginaria”, únicamente existente en la estrecha y reaccionaria “teoría nacionalista”. Otro tanto cabe decir de los contundentes rasgos atribuidos -y justificados- al (pretendido) “derecho” de autodeterminación aplicado al caso vasco: un “derecho histórico contra la Historia”, un “derecho democrático contra la democracia” o, simplemente, “un derecho impertinente”. Para finalizar (la mejor defensa es un buen ataque) con la formulación de un concluyente (y conclusivo) “derecho a la unidad de España”, derecho a que “la indisoluble unidad de la Nación española” como fundamento expreso de la Constitución consagrado en su artículo 2, “no pueda ser impugnada ni destruida sin demoler por completo nuestra Constitución”.
 
No quisiera acabar estas páginas sin un último apunte: como lector, me han resultado particularmente estremecedoras las páginas dedicadas a explicar el proceso de definición de la nación vasca, atendiendo a factores como la etnia o la adhesión política. Unas páginas, por lo demás, en que el autor se limita, simplemente, a reproducir ordenadamente textos escogidos, políticos y teóricos, elaborados en el ámbito nacionalista. Textos así, con una vocación etnicista y totalitaria tan explícita, sólo son concebibles en un contexto de engaño y coacción masiva, y sin duda serían rechazados en cualquier sociedad contemporánea mínimamente libre. Estoy seguro de que estos textos, y la mentira que esconden, provocarán vergüenza en un futuro que, gracias a personas como Santiago Abascal, y gracias también a esfuerzos como el que este libro representa, cada vez está más próximo.


Prólogo al libro de Santiago Abascal "La farsa de la autodeterminación. El Plan Ibarretxe, al asalto del País Vasco y España", publicado por Áltera y que en pocos días saldrá al mercado.

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