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EDITORIAL

¿Quo Vadis, Domine?

Hoy son millones de personas los que se dirigen a Roma, no a ser perseguidos, sino a dar testimonio de Fe, de agradecimiento, de amor y de esperanza

Se refiere a un conocidísimo pasaje de la vida de San Pedro recogido en la "Leyenda Aurea" del dominico del siglo XIII Jacobo de Vorágine. Cuando Nerón incendió Roma, desencadenó una feroz persecución contra los cristianos. San Pedro huyó de la ciudad, pero al ir corriendo se le apareció Jesucristo a quien le preguntó: , "Quo Vadis, Domine?" (¿A dónde vas, Señor? ) y Jesús se detuvo y le respondió: -“A Roma, para volver a ser crucificado”. Entonces San Pedro, entendiendo el mensaje, se regresó a Roma, donde su fidelidad a Cristo le costó ser perseguido, martirizado y, finalmente, crucificado.
 
A quien ha ejercido de Sucesor de Pedro en los últimos 27 años, lo intentaron matar, a través de Ali Agca, quienes durante décadas persiguieron y asesinaron a centenares de miles de cristianos. Aunque aquel intento de asesinato quebró su salud y le quitó, muy probablemente, varios años de vida, no consiguió –todo lo contrario- reducir un ápice su voluntad de dar testimonio de Fe en Jesucristo. Hasta los últimos años de su vida, incluso en los momentos en los que sus facultades físicas estaban más mermadas y le sometían a mayores sufrimientos, el formidable Sucesor de Pedro que acaba de fallecer permaneció, en todo momento, férreamente agarrado al testigo que había recibido de sus antecesores.
 
Hoy, dos mil años después de que un puñado de hombres empezara a predicar una Fe hasta entonces desconocida, centenares de millones de personas, desde todos los rincones del planeta, lloran la muerte de este Papa ejemplar. Hoy son millones de personas los que se dirigen a Roma, no a ser perseguidos, sino a dar testimonio de Fe, de agradecimiento, de amor y de esperanza.
 
Hasta veinte horas de espera, en colas de más seis kilómetros, aguardan a los fieles que se han dirigido a Roma a despedirse de este Vicario de Cristo. Si hoy Roma está siendo literalmente desbordada, como no lo ha estado ninguna ciudad en la Historia de la Humanidad, lo es por la Fe. Una Fe que, desde un diario se podrá o no profesar, pero que es ineludible señalar si lo que queremos es explicar y entender unos acontecimientos que estamos ahora mismo viviendo y de los que tendrán constancia los siglos venideros.

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