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Agapito Maestre

La exhibición irrespetuosa

si ZP va a Roma al entierro del Papa, sospecho que no es tanto en señal de miramiento, atención, consideración, en fin, respeto del finado y a lo que éste representaba en el planeta, sino por miedo

No hay equívoco en las palabras de Zapatero, sino una ideología muy precisa. El insulto del presidente del Gobierno de España a quienes han dado muestras de dolor y duelo por la muerte de un ser humano, al fin y al cabo Juan Pablo II es sólo un hombre, debería figurar como un capítulo aparte en la imaginaria enciclopedia dedicada por Borges a la Historia de la Infamia de la humanidad. Es grave llamar exhibicionista a quien siente y manifiesta su duelo, pero más grave aún es la acepción utilizada por Zapatero de la palabra respeto. Cuando alguien le ha comentado que no ha hecho ninguna manifestación pública sobre la muerte de Juan Pablo II, ha contestado con contundencia: “La vida me ha enseñado que el dolor y el duelo normalmente no van acompañados de la exhibición, sino del respeto.”
 
Faltaría al principio de la némesis, el sentimiento de la justa indignación ante las indignidades ajenas, que guía mis acciones en la sociedad, o sea, en mi vida pública, si dejará pasar estas palabras sin calificarlas como terribles para un sector mayoritario de la sociedad española en particular, y de otros millones de seres humanos que habitan el planeta en general. Más aún, tengo la sensación de que insultar por insultar a quienes expresan su duelo y dolor conduce al insultador directamente a no respetar su propio aidós, el sentimiento de la propia dignidad, que es el otro gran principio que fundamenta el exterior de las sociedades.
 
En efecto, quien no es capaz de respetar el dolor de los otros, a quienes denigra como exhibicionistas, difícilmente reconocerá el sentimiento de su propia dignidad. La prueba de lo que digo es sencilla: si Zapatero hubiera tenidos aidós, antes que proferir estos insultos, o escudarse en que no había tenido ocasión de hacer declaraciones sobre la muerte del Papa, habría reconocido como propia la vergüenza que ha causado en el mundo entero su irrespetuoso y desvergonzado silencio. En cualquier caso, comprendo que ZP no tenga el coraje de rectificar sus propios errores morales, y el silencio ante la muerte de este Papa no es el menor, porque eso significaría que acepta el sentimiento cristiano de culpa, algo difícil de conllevar en quien ha hecho del desprecio de los católicos base de su política; pero me cuesta entender que todo un presidente, de una de las naciones más antiguas del planeta, no sienta vergüenza por un error que está siendo criticado en el mundo entero.
 
Así pues, si ZP va a Roma al entierro del Papa, sospecho que no es tanto en señal de miramiento, atención, consideración, en fin, respeto del finado y a lo que éste representaba en el planeta, sino por miedo, que es la más triste acepción, entre todas las que recoge el DRA, de la palabra respeto.

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