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Carlos Rodríguez Braun

Suelo y Gobierno

Por desgracia, se ha impuesto la noción de que la “función social” de la propiedad privada equivale a que el Estado puede hacer con ella lo que quiera, y eso es bueno, justo, solidario ¡y hasta ahorrativo!

Cristina Galindo informó en El País sobre el plan de las autoridades ante la carestía del suelo. “Para abaratarlo, Vivienda quiere reformar la ley: los criterios legales de valoración del suelo deberán atender a la situación real del bien, sin incluir elementos especulativos”. Actualmente, si la Administración quiere comprar suelo para viviendas protegidas, fija “un justiprecio que deberá incluir el potencial beneficio inmobiliario del desarrollo de esa promoción. Es decir, el propietario está vendiendo en realidad un terreno rústico, por ejemplo, pero el justiprecio tratará esos metros como urbanizables. Y eso pese a que el vendedor no haya invertido ni un euro en el proceso de transformación del suelo”. Otra vez, el mensaje es nítido: ¡Hasta ahí podríamos llegar! Bendita ministra que acaba con la “especulación”. Doña Cristina concluye su información sin matiz alguno sobre este espléndido proyecto, gracias al cual baja el precio del suelo y el Estado se ahorra dinero.
 
Aquí hay dos disparates. Uno estriba en circunscribir sólo en los propietarios el precio del suelo, como si ellos lo estipularan y las Administraciones Públicas no tuvieran nada que ver con su encarecimiento.
 
El otro radica en pensar que los propietarios no tienen ningún derecho, con lo cual una cosa que para más INRI se llama “justiprecio” deja de integrar elemento alguno de justicia. Incluso en la Edad Media hubo algunos escolásticos que dijeron que el precio justo es el precio de mercado, que respeta los derechos de las partes independientemente de que cualquier avatar, previsto o no por los propietarios, suba o baje el valor de sus bienes. Adam Smith habló de los beneficios que cosecharían los sastres que tuvieran un oportuno stock de telas negras justo cuando muere el Rey. Ahora habrá quien piense que esos sastres deberían reducir sus precios y no “especular”, porque, después de todo, ellos no han invertido “ni un euro” en el fallecimiento del monarca. Por desgracia, se ha impuesto la noción de que la “función social” de la propiedad privada equivale a que el Estado puede hacer con ella lo que quiera, y eso es bueno, justo, solidario ¡y hasta ahorrativo!

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