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Un año de destrozos

Puede que Rodríguez Zapatero viera de niño la serie televisiva “El túnel del tiempo”. Porque nos ha retrotraído 60 años atrás. Claro, que la serie era ciencia ficción y sus actos más que reales

Hay quien ha definido la política exterior del gobierno socialista como ABBA, de Anything But Bush and Aznar, esto es, Todo menos Bush y Aznar. Desgraciadamente, la cuestión es menos lírica: la demolición sistemática que Rodríguez Zapatero y su equipo ha adoptado como política respecto a los logros del anterior gobierno, ha colocado a España en un plano de inferioridad frente a amigos y enemigos que en nada favorecen nuestros intereses nacionales.
 
Como buenos izquierdistas radicales, la primera acción del gobierno fue enfrentarse a los Estados Unidos por la cuestión de Irak. Aunque, nos tememos, que Irak fue sólo una excusa, la que más a mano tenían, y que oponerse a América entraba de lleno en sus planes. Todos sabemos dónde ha llevado esta actitud, al enquistamiento de nuestras relaciones bilaterales. Mucho que perder y poco que ganar en el plano internacional.
 
La segunda cosa, como buenos izquierdistas obnubilados por la construcción del superestado europeo, fue el prometido retorno a Europa. Aquí, un año después, España ha perdido peso institucional en la UE, al no haber querido ZP continuar la senda de firmeza inspirada por su antecesor, José María Aznar, y va a perder sus prebendas financieras. La moneda de cambio, formar parte del gran eje Paris-Berlín, sigue, no obstante, sin concretarse y en lugar de a tres siempre nos invitan con más comensales. Miembros de tercera si no cuarta, a eso es a dónde nos han llevado.
 
En Oriente Medio, motivados por su antiamericanismo, el gobierno se ha cegado ante los cambios que están teniendo lugar gracias, en gran medida, a la firmeza y perseverancia mantenida en Irak. De hecho, en lugar de favorecer el cambio, los derechos humanos y libertad para todos, se propugna una supuesta Alianza de Civilizaciones cuyo único resultado es que todo siga igual para los tiranos y teócratas que asolan esa región del mundo. En lugar de cambio, inmovilismo.
 
Con Marruecos todo son besos y abrazos, desde las alturas del estado a la cúpula militar, pues esa es la consigna del gobierno actual. Hay que hacer como si nos lleváramos muy bien. Poco importa que el vecino sufra un gobierno corrupto, que nos chantajee con muy diversos temas, entre ellos oleadas de emigrantes ilegales subsaharianos, y del que se tienen fundadas sospechas sobre su conocimiento o falta deliberada del mismo con motivo de los ataques del 11-M en Madrid. Todo eso es secundario. Lo importante es la foto. ¿El precio? Abandonar la causa tradicional del socialismo español, la defensa a la autodeterminación del pueblo saharaui.
 
En América Latina se trata de deshacer las alianzas forjadas por el anterior gobierno y reemplazarlas, para no aparecer vacío, con otras nuevas. De momento hay dos en proceso de consolidación. Con la cuba de Fidel Castro; y con la Venezuela de Chávez. A la primera se le perdona todo, habiendo sido el faro revolucionario izquierdoso de ese subcontinente durante desdichadas décadas; a la segunda se le promete todo, habida cuenta que se dibuja como el heredero generacional del castrismo. Es decir, de servir de inspiración y financiación de cuanto grupo guerrillero anti-americano y antiburgués que surja en la zona.
 
Estos son, brevemente, los grandes logros de la política exterior que han hecho en este primer año de gobierno socialista, Rodríguez Zapatero, Moratinos y Bono. Aunque no se puede olvidar el apoyo que dio en Pekín Trinidad Jiménez a la reunificación bajo bandera comunista de la dos chinas, la dictatorial y la democrática.
 
El resultado: España ha dejado de estar entre los grandes y que ante nuestros vecinos, buenos y menos buenos, hemos perdido nuestra credibilidad. Puede que Rodríguez Zapatero viera de niño la serie televisiva “El túnel del tiempo”. Porque nos ha retrotraído 60 años atrás. Claro, que la serie era ciencia ficción y sus actos más que reales. Hoy, como entonces, podemos afirmar “no somos nadie”.

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