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José García Domínguez

¿De qué se ríen?

La ETA ha vencido. Y Francisco se ríe y Pepiño se ríe y Maragall se ríe y Zetapé se ríe

Prueba de que los extremos se tocan es que el domingo tantos recordásemos a Tayllerand, observando a ese ufano Francisco López que se quiere Patxi Nada. Debió ocurrirnos porque sólo intuirse los resultados, a Paco le entró la risa tonta que aún le duraba hoy. Daban las ocho en punto de la tarde cuando empezaba a sonreír. Justo acababa de hacerse público que la ETA volvería a disponer de impunidad parlamentaria, y a él ya se le iban hinchando los mofletes para soltar la primera risotada. Avanzaba la noche, se confirmaba que Otegi y el resto de su banda recuperarían triunfalmente la inmunidad gangsteril, y venga risas. Más tarde, se cerraba el escrutinio, se certificaba definitivamente que el Pacto Antiterrorista yacía enterrado en la ría de Bilbao; se confirmaba que las sentencias del Tribunal Supremo de España nunca más serán respetadas en la Albania del Cantábrico; se bebía en las herriko tabernas a cuenta de las subvenciones a la kale borroka que tornarán a manar del Presupuesto; se solemnizaba que ETA-Batasuna podrá volver a reinar sobre almas, vidas, haciendas, cuerpos de policía y datos confidenciales en sus ayuntamientos; en la sede del PCTV enmoquetaban el suelo con el texto de la Ley de Partidos. Y Paco que no podía contenerse, ni disimular: “Ja, ja, ja”. A carcajadas hasta ahora mismo.
 
Y es que la situación se le antoja de llorar de risa. Igual que en las primeras elecciones autonómicas, aquéllas que ganaron los López del PSOE para después regalarle el gobierno al PNV, porque creían que la chapela de Arzalluz resultaba más étnicamente impermeable que las suyas. Fue entonces cuando los aspirantes a Patxi memorizaron El discurso de la servidumbre voluntaria, su único programa durante el siguiente cuarto de siglo; cuando se colocaron la boina humildemente entre las manos, a la espera de que fuera cayendo alguna propinilla antropométricamente correcta. Y también fue entonces cuando aprendieron la lección de Fouché y de los otros comisarios de Terror: sobrevivir, al precio que sea; con la Revolución, con el Directorio, con el Consulado, con el Imperio, con la Restauración, con quien sea, tanto da, pero sobrevivir.
 
La ETA ha vencido. Y Francisco se ríe y Pepiño se ríe y Maragall se ríe y Zetapé se ríe. Triunfan los tribalistas que arrasaron los derechos civiles en el País Vasco, y los otros, los que pisotearon la conciencia democrática hace sólo un año, lo celebran eufóricos. Piensan que también ellos han ganado. E igual no se equivocan.
 
Tayllerand, dirigiéndose a su igual Fouché, en La cena:
 
- Mejor que nosotros mismos nos demos un amo, un amo al que conozcamos y que nos necesite.
 
Patxi Nada, desde el domingo, dirigiéndose a los que no somos como él:
 
 - Ja, ja, ja.

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